Un grano y su inmenso desierto

SOCIEDAD

En apenas tres años, Cristina González se ha convertido en una trotamundos: Perú, Bolivia, Guinea y ahora Brasil. «Claro que te cambia la visión del Sur», concluye

10 abr 2008 . Actualizado a las 14:25 h.

«Pasan y pasan los días, nunca una nueva jornada se asemeja a la anterior, cada una te ofrece algo nuevo de lo que aprender, sorprenderte, vivir, sentirte impotente también...». Cristina se expresaba así hace justo un año, tras pasar la Navidad al otro lado del Atlántico, en el interior de Bolivia (en el Potosí). Lo contaba en una bitácora de Internet que abrió para expresar lo que vivía en la que era su segunda experiencia en la cooperación internacional. La primera fue cerca, en Perú.

Tras el interior americano llegó Guinea-Bissau y ahora Brasil. «Quiero que mi trabajo sea otro grano de arena más para cambiar el mundo tan injusto en el que vivimos», dice desde Río de Janeiro esta lucense diplomada en Madrid en Trabajo Social y formada luego como voluntaria y cooperante en Santiago, una mujer especialmente preocupada en que la imagen que se transmita de las organizaciones sociales se ajuste a la realidad: «He encontrado a muchos hablando y haciendo juicios erróneos de todas las oenegés sin tener una información veraz, de manera que das una mala imagen social, cuando hay muchas que hacen un buen trabajo con muy buenos resultados. Mi experiencia personal es una muestra de ello».

Esa experiencia es ahora un trabajo al que espera dedicarse de forma permanente, primero como expatriada y, posteriormente, desde España. ¿Hay en ello morriña? «Echo de menos a la familia, a los amigos... Y también tengo muchas saudades de la cultura, las tradiciones y la gastronomía». Cuela ya en la conversación una palabra más propia del brasileiro con el que departe a diario. Su labor en esa zona carioca está centrada en la atención a personas mayores dentro de un proyecto conjunto a través de embajadas españolas en América.

Desde ahí realiza apoyos a residencias y centros de día con emigrados españoles, elabora informes de protección social, se reúne con instituciones... Estará siete meses en ese proyecto.

Lo real y lo imaginado

«Claro que cambia la imagen del Sur estando inmerso en un proyecto de cooperación, el contacto directo con la realidad hace que tengas una perspectiva diferente a la que se ve desde los países desarrollados; no dejan de sorprenderte muchas de las cosas que vives y lo que puedes ver dista mucho de lo que te habías podido imaginar», resume tras recorrer más de 12.500 kilómetros entre los cuatro países en los que ha participado. La experiencia en su primer destino fue tan enriquecedora que optó por continuar.

Hubo buenos y malos momentos en esos destinos. «Lo peor son los primeros momentos», revela. Pero lo que sucede después «compensa con creces». Son, dice, infinitas las satisfacciones, y no exagera a tenor del relato: «Poder realizar un trabajo que te gusta, conocer de cerca otras realidades y ser partícipe de ella, el aprendizaje, la amistad que te aportan las personas con las que trabajas, los intercambios culturales tan enriquecedores que encuentras en cada país...». Y ello pese a la inseguridad, la inestabilidad política o las carencias emocionales y materiales que ha visto en su periplo. Pese a todo ello, lo mejor puede con lo peor y no añora apoyo: «Mi familia me ve muy feliz, a pesar de la preocupación que puedan tener».