La crisis deja menos palmas y más laurel en la procesión de Ramos

OURENSE

06 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La cita con la tradicional procesión del domingo de Ramos en la capital ourensana volvió a ser multitudinaria. Cientos de personas se concentraban al filo de las once de la mañana en los aledaños del parque de San Lázaro para no perderse la bendición impartida por el obispo, Luis Quinteiro Fiuza, desde la entrada del edificio de la Subdelegación del Gobierno, con la que comenzaba la celebración religiosa.

En todas las esquinas del parque los vendedores ambulantes esperaban también con grandes mazos de ramas de laurel y olivo a los últimos compradores y «la voluntad» que quisieran dar por llevarse el emblemático ramo. «Aquí no hay precios, aquí se coge lo que el que compra quiera», señalaba Manuel, uno de los veteranos. Y esa voluntad era este año «algo más escasa, se nota la crisis y alguno deja monedas de cincuenta céntimos y antes nadie daba menos de un euro, o cien pesetas, cuando existían», matiza, aunque reconoce que la mayoría cumple también también con esa tradición dineraria «y otros se los llevan más pequeños».

Pese a todo, este año, cuando el obispo invocó la bendición sobre los presentes y todos levantaron su ramo al aire, era evidente que laurel y olivo ganaría por goleada a las palmas en la procesión capitalina. No había la tradicional diferencia que desde hace algunos años se había impuesto y que hacía que la mayoría de los niños y jóvenes portaran palmas mientras sus abuelos seguían con el ramo más silvestre.

Y es que la economía también se deja sentir a la hora de adquirir este adorno menos autóctonos. «Ya ves, lisita, sin adorno ni nada, me costó siete euros, algo más cara que el año pasado», explica Rosa sobre la que lleva su hijo. Sus primos también portan palmas, aunque más pequeñas y con adorno, por las que sus progenitores pagaron 4 y 8 euros, respectivamente, aunque la que guarda en la bolsa una abuela mientras espera a su nieto «que se la regalo todos los años», alcanzó los nueve «y las había hasta de doce», asegura.