La maternidad arrepentida no es tabú en el cine

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Las actrices Olivia Colman y Dakota Johnson en «La hija oscura»
Las actrices Olivia Colman y Dakota Johnson en «La hija oscura»

La nueva ola de directoras está profundizando en la gran pantalla el insoportable peso que todavía cargan, a solas, las mujeres que tienen hijos, pero no solo quieren ser madres. Cada vez hay más historias que son referentes

03 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Desde que se aplicó la ley hasta aquí, de pronto ha surgido toda una nueva mirada del cine femenino que antes intentábamos sacar adelante, pero que era imposible». Esa declaración pertenece a Arantxa Echevarría, directora de La infiltrada, obra ganadora del Goya a la mejor película. Pero sirve para resumir lo que está cambiando en el mundo del cine a partir de la última reforma legislativa, en el 2015. No solo hay más directoras haciendo cine, sino que hay más mujeres contando historias que les pasan a las mujeres. Desde figuras históricas como la infanticida madre de Hildegart, contada por Paula Ortiz a la vida más íntima y reescrita de Carla Simón, recién ovacionada en Cannes. O los pensamientos más oscuros que escudriña Mar Coll en Salve María (2024). Un retrato de la maternidad no deseada, insatisfecha, depresiva; que lejos está de la realidad mostrada en Kramer vs. Kramer (1979), donde el núcleo del filme se centra en cómo un padre recupera la relación con su hijo ante la huida desesperada de la madre. Mientras que el conflicto que bien interpreta Meryl Streep se solventa en unas pocas escenas.

Si se hiciera un remake de Kramer vs. Kramer ahora, seguro que la historia invertiría al protagonista y a la secundaria. Más interés, más chicha, tiene el proceso que lleva a una madre a abandonar a su familia que la pericia de un marido que aprende a cuidar a su retoño. Esa es, precisamente, una de las tesis de la película Salve María. Su directora tiene claro que las historias de la maternidad en el cine, u otras artes, han sido contadas por ellos. «En cuanto más mujeres acceden a puestos de dirección y creación, comienzan a surgir temas tratados desde perspectivas nuevas. En mi película, por ejemplo, hay citas literarias que hablan sobre la importancia de generar relatos periféricos, diferentes a los tradicionales. Uno de los textos, Las madres no escriben, están escritas de Susan Suleiman, subraya cómo hasta ahora los relatos sobre maternidad no los producían las propias madres. Y eso ha generado una gran carencia», afirma Mar Coll.

Lo que se cuenta en Salve María es la maternidad indeseada llevada al extremo. «A veces deseo que se muera, y es horrible», dice la protagonista, angustiada por el cuidado de su recién nacido. Una posible depresión posparto o, simplemente, una insatisfacción ante lo que debe significar ser madre para una mujer. Sentimiento que cada vez está más presente en las conversaciones de las madres de hoy. «Nuestra generación ha sacado a la luz experiencias que antes estaban sepultadas por el tabú. A veces ni siquiera te dabas cuenta de que estabas viviendo una maternidad difícil, porque no había referentes. Ahora, gracias a ensayos, artículos, pódcast, libros y películas tenemos nuevos relatos. Pero sigue siendo un tema controvertido. En nuestra película, por ejemplo, abordamos la figura más incómoda: la madre arrepentida, incluso la infanticida. Son casos extremos, sí, pero queríamos ir al fondo del conflicto», explica la directora.

Fotograma de la película  Cinco lobitos
Fotograma de la película Cinco lobitos

Esta revolución de la mirada femenina en el cine también se está viviendo en Hollywood. Actrices como Nicole Kidman están cumpliendo su promesa de trabajar con una directora cada 18 meses. Un compromiso del que han salido obras como Babygirl, donde la australiana interpreta a Romy, una alta ejecutiva que inicia una ardiente aventura de sexo extremo con su joven becario. «Sabía que podía hacerlo posible. Había que tomar la decisión consciente de abrir espacio, porque muchas veces ni siquiera se contemplaba a una mujer para dirigir», dijo Kidman durante el festival de Cannes, donde fue premiada en el evento Women in Motion de Kering.

Precisamente en la cita francesa, la actriz Jennifer Lawrence presentó Die My Love, un retrato desquiciado de la directora Lynne Ramsay sobre la maternidad y el abandono en la pareja. Ella interpreta a una madre que sufre psicosis tras tener a su hijo. Un personaje que tuvo que enfrentar estando embarazada. «Obviamente, como madre, fue muy difícil separar lo que yo haría de lo que haría ella. Es algo desgarrador, que me conmovió profundamente», expresó durante la presentación del filme. Además, habló como nunca de la lucha del posparto, asegurando: «Es extremadamente aislante. Cuando Lynne se muda con esta pareja a Montana, no tiene una comunidad, no tiene a su gente... Pero la verdad es que la ansiedad y la depresión extremas aíslan, sin importar dónde estés. Te sientes como un extraterrestre».

La corresponsabilidad 

lgual de oscura es The Lost Daughter, dirigida por Maggie Gyllenhaal. Como el resto de películas mencionadas, también Kramer vs Kramer, profundiza en la culpa que sienten las madres que desean ser más que eso. Las que quieren tener hijos, pero se sentirían mejor en el rol de padre, lejos de la asfixia social y personal a la que puede llevar la crianza de un hijo. Una ausencia de corresponsabilidad en el cuidado, que vertebra los conflictos por los que pasan las protagonistas mencionadas. Como le pasó a Amaia, la madre primeriza de Cinco Lobitos, dirigida por Alauda Ruiz de Azúa, que se tiene que hacer cargo del cuidado de todos, incluido de su padre ante la muerte de su madre.

«Estamos avanzando hacia una corresponsabilidad real, pero todavía el peso sigue recayendo mayoritariamente sobre la madre. Y no solo por razones culturales, también fisiológicas. El bebé está literalmente dentro de ti durante meses, y eso crea un vínculo muy potente al inicio. Esa intensidad con la madre puede generar una sobrecarga. Pero eso no significa que el padre no tenga un rol fundamental. Lo importante es revisar los roles culturales que aún permiten que los hombres se escaqueen de ciertas responsabilidades», concluye Marta Coll.