Galder Varas: «Mi show es improvisado, hace poco una chica se le declaró a su compañero de piso»

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El cómico Galder Varas
El cómico Galder Varas

Cada vez que este cómico gira con su «Esto no es un show», las entradas se agotan. Varas regresa a Galicia y lo hace con más de 3.000 entradas ya vendidas. «De niño viví en casas de acogida, he pasado dificultades», confiesa

06 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Ninguna de las funciones de Galder Varas (Bilbao, 1987) es igual. Ya el propio nombre de su espectáculo es toda una declaración de intenciones. Esto no es un show es espontáneo, desternillante y, sobre todo, muy impredecible. Porque, aunque la primera mitad gira en torno a un monólogo, podríamos decir que al uso; la segunda queda en manos del público, al que se le permite interaccionar con el cómico sin ningún tipo de cortapisas. En los (no) shows de Galder Varas ha habido quien ha encontrado pareja, espectadores a los que se les ha pasado una consulta rápida de psicología o gente que ha descubierto trabajos que, por sorprendente que parezca, existen. Sus vídeos arrasan en las redes, donde acumula más de dos millones de seguidores. Pero también en la vida real. En territorio gallego, sus entradas vuelan en pocos días. En Vigo, por ejemplo, tiene cinco funciones programadas entre el 2 y el 4 de mayo de las que ha vendido más de 3.000 entradas y en A Coruña, donde forma parte del cartel del Encuentro Mundial de Humorismo (EMHU), tuvo que ampliar a una tercera función después de que las del 30 de abril volaran en unos pocos días. Él mismo se define como «cómico, guionista y ser humano; quizá en ese preciso orden». Pero a esa definición habría que añadir otro calificativo: una de las grandes promesas del humor español.

  

—¿Hay temas a tratar con el público durante la segunda parte del espectáculo que sabes que son un éxito asegurado?

—Suele funcionar muy bien hablar con parejas para que cuenten sus cosas o con gente que está buscando una relación. También suele pasar que tenemos espectadores que en un principio iban a venir acompañados de su pareja con la que compraron la entrada hace meses, pero que llega el día de la función y se han separado. Esos temas suelen acabar en situaciones muy divertidas.

 —¿Y hay gente que ha encontrado pareja a raíz de tu espectáculo?

—Pues mira, hace poco vino un chico que contó que llevaba siete años sin encontrar a nadie con quien tener una relación o que se quisiera comprometer. Y en otra fila del teatro estaba su compañera de piso, que yo creo que él ni sabía que estaba allí. Y salió ella de repente y dijo que ella sí que quería comprometerse. Pues, al final, acabé arreglando la situación para presentarle como candidata a su compañera de piso.

 —¿Me estás diciendo que vivían juntos y se dieron cuenta de que a lo mejor se gustaban en tu espectáculo?

—Es que indagando un poco te puedes encontrar cosas muy extrañas. Porque podrían haber hablado sobre esto mucho antes.

 —¿Y hay algún tema que tengas más miedo en sacar a escena? No sé, se me ocurre por ejemplo la política...

—-La verdad es que no. No es que tenga miedo, pero no suelo sacar ese tema. A veces sí que hago bromas de política, pero para lo que yo hago no es algo que me llame tanto la atención. Creo que ya hay mucha gente y programas de televisión haciendo eso.

 —¿Con quién es más fácil lidiar: con el típico resabidillo que intenta hacer el chiste contra ti o con el que se hace pequeñito y se esconde en la butaca para no decir nada?

—- Es más difícil lo segundo. Pero también es lo más divertido y lo más interesante. No forzamos a nadie a que participe, pero la gente que es tímida o más introvertida acaba siendo muchas veces la más interesante y la más divertida.

 «A las dos semanas de hacer comedia quería dejarlo»

—Has girado por toda España y también por Latinoamérica. ¿Dirías que hay diferencias importantes en cómo encaja el humor un gallego y un andaluz, por ejemplo?

—Sí. En Galicia o en el País Vasco, que yo soy de allí, la gente es más reservada. También se nota mucho esto en Santander o en Asturias. Esto hace que el show sea diferente. Ojo, que no es ni mejor, ni peor. Simplemente diferente. Porque es que además, lo divertido es hacerlo con diferentes ciudades y tipos de persona.

 —¿Nos cuesta más contar las cosas?

—Y te llevan por otro camino. A lo mejor en Málaga, en dos o tres preguntas ya estamos hablando de cosas que, a lo mejor en Lugo, pues te costaría 15 o 20 minutos más.

 —¿En qué momento te diste cuenta de que la comedia iba a ser tu profesión y no solo tu afición? ¿Qué te dijo tu familia cuando lo comentaste?

—-Yo era consultor. Pero es que esta tampoco era mi profesión, porque yo había estudiado Comunicación Audiovisual. Se suponía que iba a trabajar en cine, televisión y todas esas cosas. Y empecé a hacer un curso de humor y me metí en el mundo de la comedia, pero de forma no profesional. Al poco tiempo, decidí que ese iba a ser mi modo de vida. Cuando se lo conté a mi madre tampoco se sorprendió mucho. Pero porque nunca había tenido muy claro ni qué había estudiado ni qué hacía. Yo había trabajado de muchas cosas: de consultor de idiomas, de guionista, de friegaplatos... Entonces, no le parecía muy distinto a lo que había hecho hasta ahora. Era como: “¡Ah! Sí, cosas de esas tuyas que haces”. Luego, hubo familiares que lo vieron con cierto temor, me preguntaban si estaba seguro. Me decían: “Si sales ahí, se ríen de ti o haces el ridículo y encima tampoco te pagan mucho, ¿para qué vas a hacer eso?”. Ese miedo siempre estuvo ahí, por lo menos durante los tres o cuatro primeros años.

 —Sobre ese temor a que se rían de ti o que no provoques la risa de la gente... ¿Qué haces cuando un chiste que pensabas que era buenísimo no funciona con el público? ¿No te entran dudas o cierta ansiedad?

—Sí, claro. Eso pasa siempre. Lo que aprendes es a llevarlo mejor con el tiempo. Te planteas que, pues mira, no era tan gracioso. Pero también pasa al revés, cosas que te piensas que no son muy graciosas y funcionan muy bien. Tienes que aprender a vivir con ello y a aceptar la derrota. Hacer un espectáculo de humor en el que tú estás una hora y media hablando con el público y contando y tratando de hacerles reír, al final es una lucha. Es una guerra y hay muchas batallas que pierdes. Y tienes que tener mucha capacidad de admitir y aceptar que no siempre van a salir las cosas.

 —¿Los cómicos tenéis una capacidad de aceptación más alta que la mayoría de la gente?

—Yo diría que no empezamos con ella, eso es seguro. Pero la vas desarrollando con muchos fracasos. Yo a las dos semanas de empezar a hacer comedia ya quería dejarlo. Me salió bastante mal y pensé en dejarlo todo.

 —Hay una generación de cómicos que habéis reinventado un poco el humor con esa parte que consiste en hablar con el público. Pero ha habido ciertas críticas dentro del sector. ¿Te has sentido un poco incomprendido?

—A ver, críticas siempre las hay. Todo el mundo tiene una opinión sobre lo que debería ser la comedia y es muy respetable. Hay gente que, a lo mejor, cuando algo tiene éxito o se pone de moda se muestra más reacia. Piensan a lo mejor que les están cambiando la comedia o que están tocando algo que para ellos estaba bien tal y como estaba. Pero es que la comedia tiene muchos formatos y no es una disciplina cerrada. Hay cómicos que ven que esto no es una forma pura de comedia. Pero es que esto del stand up se ha hecho siempre y puede convivir perfectamente con la otra. Ha habido reticencias, pero la cosa también va cambiando. Yo he visto a gente que era muy reticente y al poco tiempo han empezado a hacer lo mismo.

 —Si mañana despertaras y no fueras cómico, ¿qué serías?

—Dependería mucho del dinero que tuviera en el banco. Yo tengo como un instinto de supervivencia y de tener algunas cosas aseguradas muy metido en mi cabeza. De pequeño pasé dificultades económicas y viví en varias casas de acogida y al final eso te deja ciertos miedos. La relación que tenemos con el dinero se basa mucho en cómo somos y en lo que hemos vivido en la infancia. A mí me produce satisfacción saber que tengo cierto control y seguridad sobre mi vida. Entonces, si me viera apurado, me pondría a buscar trabajo de cualquier cosa. Y si tuviera dinero, estoy seguro de que me dedicaría a algo creativo, como ser guionista o escribir.