¡Ay, el grelo!

YES

MABEL R. G.

18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las revelaciones más gozosas de la juventud fue descubrir que no solo los gallegos comemos grelos. De partida afloró una incipiente decepción por perder un rasgo identitario tan distinguido, pero enseguida quedó mitigado el revés al conocer con quiénes compartimos interés genético por las perfectas amarguras de estas hojas divinas. Porque además de en Monfero, por los grelos se chiflan también en Sicilia, Basilicata, Puglia y Campania, en donde son conocidos como friarielli, y esta conexión italiana, en concreto con su sur, mola, incluso tras descubrir que con la grandiosa capacidad comercial de los italianos nuestro grelo sea conocido en Chicago como brécol italiano. Que en fin. El invierno viene jorobado para los grelos, tal y como nos cuenta María Cedrón, atosigados por dos circunstancias terribles, esta meteorología de tolos y la falta de productores. Las cuentas salen tan justas que se ha lanzado una alerta porque puede que debamos transitar por el entroido sin un cocido como dios manda y no hay riesgo peor para nuestra complexión galaica que prescindir de la correspondiente dosis anual de grelo. Tan fundamental es que, al llegar febrero, los vellos del Sintrón le indican a su doctor que suspenda la medicación porque la vitamina K de nuestra brásica multiplica los efectos anticoagulantes con el riesgo de convertir la sangre del paciente en un aguachirli mortal. Habría que explorar la sustitución de la química de laboratorio por la de la huerta y encapsular el grelo para garantizar un buen bombeo cardíaco cuando los años acechan. Ahí lo dejo.

En los años de la miseria, las hojas del nabo y su corazón de selenio sembraron de bocio Galicia, pero este defecto secundario de las dietas del hambre ha sido solucionado, así que hoy no tenemos excusa. Comer grelos, comer muchos grelos, es la manera más directa de entender el misterio de la santísima trinidad, por el cual una sola planta engendra nabos, nabizas y grelos en una exhibición de generosidad conmovedora. Que anden en retirada quizás sea una pista del futuro que nos acecha.