Eslovenia, la joya escondida de Europa central

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El lago de Bled.
El lago de Bled. cedida

Un país de cuento. Destaca por su naturaleza, sus ciudades de encanto y su exquisita gastronomía, pero el turismo vinícola y el de balnearios también está despuntando. ¿A qué esperas para ir?

27 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Es difícil estar seguro de que uno está en Eslovenia. Si se accede por el suroeste, donde limita con Italia, la influencia del país con forma de bota es más que evidente. La geografía, la agricultura e incluso el estilo de vida camuflan la frontera. Al atravesar las fotogénicas colinas, con sus viñedos y sus huertos, es imposible no apreciar un aire «toscano».

Vista de los viñedos de la región vinícola Goriska Brda.
Vista de los viñedos de la región vinícola Goriska Brda.

En el oeste del país, que un día fue pobre, se encuentra una región, Goriska Brda, que en tan solo 30 años ha vivido un espectacular crecimiento. «A pesar de haber sido muy pobres, han sabido buscar su potencial. El vino era terrible, había que mezclarlo para poder beberlo, y ahora está entre los 100 mejores del mundo», señala Tina Novak, directora de la oficina de turismo local.

La localidad de Smartno, en la región vinícola de Goriska Brda.
La localidad de Smartno, en la región vinícola de Goriska Brda.

Goriska Brda es conocida por formar parte de una de las rutas del vino más famosas del país. Sus caldos son, sin duda, el principal reclamo de la zona, junto con las frutas, en especial las cerezas, y el aceite de oliva. El piloto Michael Schumacher es uno de los mayores embajadores de la región vinícola. Los probó en una fiesta, y se quedó tan sorprendido de que no le doliera la cabeza al día siguiente que se interesó por su procedencia para después colaborar en su producción. Un buen punto de partida es el restaurante Hisa Marica, en Smartno, donde además de los vinos locales, uno puede degustar platos típicos, como jamones y salamis, y quesos del valle del Soca.

Las terrazas ubicadas en las orillas del río Ljubljanica en la capital Liubliana.
Las terrazas ubicadas en las orillas del río Ljubljanica en la capital Liubliana.

Eslovenia es un país fácil de recorrer. Las distancias son cortas, de oeste a este hay poco más de dos horas en coche, y de norte a sur tan solo hora y media, por lo que es difícil no atravesar su capital, Liubliana, en el centro. El tráfico está restringido en el casco antiguo, y sus calles están reservadas a peatones y ciclistas. Una de las joyas arquitectónicas es la plaza dedicada a Preserèn, uno de los poetas más prestigiosos del país.

El centro de la capital Liubliana.
El centro de la capital Liubliana.

Desde ahí, se puede cruzar el puente Triple para acceder a la parte antigua, situada en una de las orillas del río Ljubljanica, donde da gusto ver el ambiente que hay en sus terrazas especialmente en verano. Si se dispone de poco tiempo para visitar el castillo, en lo alto de la colina, lo mejor es subirse al funicular cerca de la plaza del mercado. El circuito de La máquina del tiempo, una representación teatralizada a cargo de guías especializados, es una opción muy divertida para conocer su historia. Sí o sí hay que subir a la atalaya, a la que se accede tras pisar 95 peldaños, pero merece la pena, ya que están, sin duda, las mejores vistas de las ciudad.

Si aún quedan fuerzas es recomendable bajar a pie por una de las laderas y tomarse algo en los bares que flanquean el río, antes de sentarse a cenar en uno de los maravillosos restaurantes de la ciudad, que se está posicionando como destino gastronómico.

Si hay algo que define al país es su naturaleza. Sus montañas, lagos y ríos, —es uno de los países con más agua del mundo— dejan sin palabras, y son el escenario perfecto para los amantes del aire libre. El monte Vogel cuenta con unas vistas espectaculares a los Alpes Julianos y al lago Bohinj. Cada 30 minutos sale el teleférico desde la estación.

Una de las fotografías más reconocibles de Eslovenia es el lago de Bled, que con su isla y su castillo en lo más alto —se puede cenar bajo reserva un exquisito menú degustación—, enamora a los viajeros, entre otras cosas, por el color verde esmeralda del agua. Se puede visitar de muchas maneras, pero una de ellas es en pletna, una góndola que atraviesa el lago y te deja a los pies de la monumental escalera por la que se accede a la iglesia de la Asunción, donde se encuentra la campana de los deseos, que hay que hacer sonar en tres tirones para que se cumplan.

El lago de Bled.
El lago de Bled.

Las cuevas de Postjona, las más grandes de Europa con 24 kilómetros de galerías, que reciben cada año cerca de 700.000 visitantes, son parada obligada. Esta maravilla de la naturaleza fue labrada por el río Pivka, que entra por un túnel subterráneo y se puede apreciar cerca de la salida. La visita dura cerca de hora y media, y en ella se recorren cinco kilómetros, pero más de la mitad en un tren eléctrico. Conviene ir algo abrigado, ya que la temperatura en el interior es de 10 grados. Es absolutamente espectacular ir caminando por las cavernas repletas de estalactitas y estalagmitas de dos millones años de antigüedad (se necesitan 100 años para que se forme un centímetro). Casi antes de coger el tren de vuelta se impone la gran sala de los conciertos, con una acústica espectacular, y en la que un saxofonista nos deleita con varias melodías mientras nos sirven una copa de champán. Mágico. A tan solo nueve kilómetros se encuentra el castillo de Predjama, encajado en mitad de un acantilado, lo que lo convierte en uno de los más espectaculares de Europa.

El castillo de Predjama.
El castillo de Predjama.

La apuesta por un turismo sostenible es más que evidente en proyectos que tienen un encanto especial, como la granja de aceites Lisjak. El cariño que le ponen a su negocio familiar —también tienen una línea de cosmética y fabrican muebles de madera de manera artesanal— es visible desde que se entra en la finca, donde te explican cómo es el proceso, que comienza con la recogida de los frutos de los 7.000 olivos. «Empezamos con una producción de 5. 000 litros y casi 20 años después se ha triplicado. Aun así, el 80 % se queda en nuestro país», explica Luka Azinovic durante la visita.

Una de los platos típicos del país.
Una de los platos típicos del país.

En unas furgonetas vintage, restauradas por ellos mismos, y según explica Luka, las mejores para el negocio del aceite, nos traslada hasta la zona de costa. En realidad, Eslovenia solo cuenta con 46 kilómetros de litoral, sin embargo, en este tramo se encuentran algunas de las ciudades con más encanto del país como Izola, Piran o Koper. De todas ellas, Piran acapara el grueso de los turistas, sobre todo, en los meses de verano. Su casco antiguo, que se asienta en la punta de una península, y que en su momento fue un posicionamiento estratégico, es una de las ciudades históricas mejores conservadas del Mediterráneo.

Vista aérea de Piran.
Vista aérea de Piran.

Precisamente en la bahía de Piran se encuentra la piscifactoría Fonda, especializada en lubina y dorada, con una familia de biólogos al frente que, con mucho trabajo y esfuerzo, ha puesto en marcha una de las empresas más prestigiosas y con más premios del país. Durante la visita en barco, su directora, Irena Fonda, nos explica cómo seleccionan con mucho cuidado las especies, y cómo las crían en jaulas de malla que flotan libremente en aguas abiertas. «La renovación regular del agua dulce de mar, el movimiento continuo, el clima local característico y un bajo contenido de sal del mar en esta parte de la bahía influyen en la calidad del pescado», apunta esta enamorada del mar que solo busca hacer una fábrica de pescado que sea a la vez agradable para los animales. Para terminar la visita, una degustación de carpaccio de lubina.

Las instalaciones de la Fonda en la bahía de Piran.
Las instalaciones de la Fonda en la bahía de Piran.

Un viaje que, sin duda, deja muy buen sabor de boca.

CÓMO LLEGAR

Soltour cuenta con varios circuitos para recorrer el país: Eslovenia mágica, Eslovenia y Croacia, Experiencias Eslovenia y Estancia Costa Eslovena y Alpes Julianos. Todos ellos, de ocho días de duración, con salida el 29 de julio desde Santiago. Desde 1.370 euros por persona (incluye avión, hotel, traslados y excursiones).