Una cara feliz para suavizar el mensaje o una enfadada para hacer mucho énfasis en que no es solo «un poquito de rabia», los «emojis» complementan el mensaje, pero, ¿todos les damos el mismo significado? ¿Cuál es el de una ballena?
12 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Los emoticonos llegaron para quedarse. A pesar de que las primeras versiones no fueron tan populares, su uso se ha ido extendiendo y, a medida que escribimos más de lo que hablamos, también los incorporamos más.
Las palabras no son suficientes. Los expertos dicen que el lenguaje no verbal puede representar entre el 40 % y el 60 % de lo que expresamos. Cuando todo se reduce solo a texto, nos hace falta alguna herramienta extra para poder comunicar la idea que queremos. Los ejemplos vienen desde la época del telégrafo, cuando las personas utilizaban códigos como «73», que se traducía como «saludos cordiales», u «88» para enviar «abrazos y besos».
Con la aparición de los mensajes de texto fue igual. Los signos básicos de puntuación servían para reproducir caritas felices: —:) o tristes: (—. En 1999 le encargaron al diseñador japonés Shigetaka Kurita la creación de los primeros caracteres gráficos para móviles. Nacieron los emojis. La primera colección contaba con 175, pero, al no ser compatible entre diferentes marcas, era más complejo compartirlos con otras personas. No fue hasta la aparición de Messenger y, actualmente de WhatsApp, que se volvieron casi imprescindibles. La app de mensajería móvil cuenta con un ejército de más de 3.000 símbolos, que continúan evolucionando y adaptándose a las tendencias.
El fenómeno de los gráficos es simplemente la respuesta a la realidad actual que vivimos. Juan David Villa, creador de la cuenta de TikTok @juandavidvillaortografía (con más de 40. 000 seguidores), explica que «el idioma, al ser una realidad cultural, cambia. Eso no es bueno ni malo, es simplemente la evolución». Por eso, al contar con la tecnología que nos permite enviar contenidos gráficos que complementen nuestras respuestas, lo normal es utilizarlos.
«El teléfono, entre otras cosas, nos obligó a escribir. Ten en cuenta que antes escribir era un formalismo. Hoy en día tecleamos para todo. Incluso el saludo diario se hace por este medio. Los emojis forman parte de estos cambios. Así que mientras el móvil sea nuestro método de comunicación, lo normal será utilizar estas figuritas», reflexiona.
Tal ha llegado a ser su importancia que en el 2019 emoji fue elegida como la palabra del año para la Fundéu BBVA-RAE. Mario Tascón, presidente de dicha fundación en el 2019, afirmó: «Puede que sea lo más cercano a un idioma universal». Pero, ¿verdaderamente nos entendemos cuando los utilizamos?
Las tecnologías hacen que cada vez la brecha generacional se sienta más y evolucione más rápidamente. Y los emojis no son la excepción. Ya no solo por el uso, sino porque no solemos entender las mismas cosas con la misma representación gráfica.
USO EN EL CONTEXTO
«Hay que partir del hecho de que, a pesar de que la comunicación está hecha para comprendernos, el malentendido forma parte de su naturaleza, y ocurre lo mismo con los emojis», expresa Juan David Villa. «Incluso puede propiciar más el malentendido, porque no puede expresar ideas complejas. El emoticono complementa al idioma, porque con ellos podemos expresar emociones —básicamente—, pero no nos permite explicar la idea o profundizar. Por ejemplo, no puedes enviar una cadena infinita de emojis para expresar algo. El hecho de que sea más gráfico no implica que sea más claro», continúa.
Aunque puedan resultar divertidas, la falta de palabras y la adaptabilidad a los contextos hace que el uso de emojis cambie según nuestro público y que, además, no todos entendamos lo mismo con la misma carita.
Por ejemplo, para la mayoría de personas, una inocente berenjena, claramente representa un pene, y los melocotones, un par de nalgas, pero a lo mejor un abuelo o una madre no se enteran de que es así.
Otro emoji que causa polémica entre los jóvenes y mayores es el dedo arriba. Para los late millennials o los chicos de la generación Z resulta evidente que el pulgar arriba es una expresión de indiferencia. «Te dicen que no te importa», expresa Isabel Olaya, de 22 años. Para las personas de más de 40 años, en cambio, es un símbolo claro de aprobación o entendimiento.
Por otro lado, dependiendo de quién sea nuestro interlocutor, los corazones y los rostros enamorados o lanzando besos pueden resultar una exageración o de una intensidad que no es la misma para todos. «A mis amigos no les envío besos, porque no entienden que son sin amor», expresa Mariana Gómez, de 11 años.
Algo similar ocurre con los animales, que a unos les parecen tiernos, o símbolos de alegría, mientras que otros lo interpretan como que te estás refiriendo a ellos como si fueran ese animal.
Podríamos seguir infinitamente mencionando grupos de caracteres gráficos y sus diversas interpretaciones, así como la intensidad de las emociones que reflejan para cada uno de nosotros. Lo cierto es que los emojis seguirán siendo parte de nuestras comunicaciones y más nos vale (como con todo el lenguaje) adaptarlos a quienes tenemos al otro lado de la pantalla.
Animales. ¿Un matiz tierno?. Algunas madres, por alguna abstracción personal (o literaria) han sacado de contexto que la ballena se usa para expresar que «va llena» o «que estoy llena», aunque lo común es que para los late millennials, cualquier animal sea solo un matiz suave o alegre dentro del mensaje. Ojo con las susceptibilidades, que no faltará el que sienta que lo estás llamando gordo o gorda con los cerditos o ballenas.
Besos. No todos son iguales. Los labios tienen un matiz muy sensual. Las personas de menos de 30 años asumen que «no se lo envías a nadie, porque realmente no representa un beso, sino algo más». Con el resto depende. Adiela, de 68 años menciona: «Los de corazoncitos y besitos son los que más utilizo, cuando me gusta algo».
Sonrisa. Felicidad falsa. Para los boomers es evidente su significado: «Estoy feliz». Otros, llevándolo un poco más allá lo matizan: «Es como que me parece gracioso, aunque no tanto como para reírme». Pero aquí, la brecha generacional se vuelve a notar. Para los millennials y los Z, esa sonrisa específica es «sonrisa falsa», «como cuando te toca sonreír por compromiso», apuntan algunos de ellos.
Cara derretida. No es igual para todos. Hay unas que ni por contexto se sacan. Para los millennials puede significar «esto está tan mal que me quiero derretir», o, en su defecto, «derretirse de calor». Pero, para los adultos de más de 40 parece tener la interpretación de «derretirse de amor». Así que no, no les aburre tu historia, ni les decepciona. Se derriten de ternura con lo que les acabas de enviar.
Llorar de risa, o de felicidad. Para los más jóvenes podrá ser evidente que «es como una sucesión muy larga de ‘ja ja ja’, ¿no?», pero, algunos mayores pueden interpretarlo como llorar de la felicidad. Así que no, tu padre no se está burlando de ti, si te lo envía después de que le cuentes algo positivo. A lo mejor él tampoco entiende que tú te estás riendo...
Dedito arriba. No, chicos Z, no te ignoran. Este es un emoji polémico, parece ser el favorito de las personas mayores de 40 años, que sienten que expresa aprobación de manera muy positiva, pero cualquier menor de 30 lo interpretará, claramente, como que lo ignoras, o que no dice nada interesante. Aquí nos toca interpretar el matiz dependiendo de quién lo envíe.