
Entre los problemas de convivencia ahora se suma el de pasearse sin ropa por las zonas comunes. Hay gente a la que le molesta ver a su compañero de piso ligero de vestimenta. ¿Y a ti?
09 jun 2023 . Actualizado a las 11:45 h.No hay ninguna ley en el código penal de este país que te prohíba ir desnudo por tu casa. Tan solo se considera exhibicionismo asomarte sin ropa por el balcón y que te vea alguien que pase por allí. Pero cuando se habla de convivencia, ahí son los afectados los que tienen que llegar a un acuerdo y, poder así, fijar sus propias normas.
La vida en compañía no siempre resulta fácil. Pero, debido al panorama que envuelve a la juventud española, muchos, cuando se trata de alquilar, no buscan pisos, sino habitaciones. Es decir, los vecinos pasan a ser compañeros de piso.
Los problemas de convivencia suelen ser los de siempre: quién robó la leche; tienes la música demasiado alta, no fregaste tus platos. Las discusiones pueden ser por razones diversas. Pero un problema que siempre se ha dado, y que se pasa por alto, es el tema de la desnudez.
Existen dos tipos de personas: las que lucen sus carnes por la casa tal y como Dios les trajo al mundo, o las que se incomodan cuando sus compañeros se pasean en paños menores por las zonas comunes.
Es el caso de Dani y Marta, unos jóvenes que tras meses de convivencia tuvieron que establecer una serie de normas para frenar esta disputa. Él de Canarias, y ella de Córdoba, decidieron mudarse a Madrid para terminar sus estudios. De hecho, se conocieron en la facultad. Justo coincidía que, en ese momento, en el piso de ella se quedaba una habitación libre. La oportunidad perfecta para Dani, ya que estaba teniendo problemas para encontrar alojamiento. Y así fue, pasaron de verse solo en la facultad, a estar pegados las 24 horas del día.
VIENEN LOS PROBLEMAS
Todo iba bien respecto a la convivencia. Hacían la compra juntos, si uno cocinaba, el otro limpiaba, respetaban los turnos de limpieza, todo perfecto, señalan. Pero algo que no entendía el canario era por qué su ahora amiga cuando llegaba a casa se quitaba la ropa. «No quiero que se me manche porque acabo de poner lavadora», le respondía Marta cuando Dani le preguntaba. «Me chocó bastante. Hay más probabilidades de que se te ensucie la ropa fuera de casa que dentro. Y si quieres cocinar, te pones una camiseta sucia» justifica él.
Pero la situación empeoró cuando llegó el invierno. «Me compré los típicos pijamas de franela para no pasar frío por las noches», aclara Dani. Pero poco los usó, ya que cuenta que su compañera, con tal de no ponerse ropa, encendía la calefacción. «En el piso la calefacción estaba puesta las 24 horas del día. Mi problema ya no solo era su desnudez, sino la costosa factura que nos llegaba a final de mes», argumenta. Y no se equivocaba, los gastos a final de mes se hincharon. «Para evitar mal ambiente en el piso no me quejaba, pero me molestaba, porque ese dinero salía de mi bolsillo», revela. Sin embargo, para Marta todo lo que supusiera una incomodidad, sobraba. «Si viviera sola, iría incluso sin ropa interior, la llevo por respeto», apunta.
Por otro lado, Laura y Stella, de 24 y 25 años,respectivamente, son otras dos jóvenes que sufren este tipo de problemas en su día a día. Entre sus roces de convivencia está el que a Laura, también canaria, le moleste que Stella, gallega, vaya desnuda por casa. «Me molesta porque en el sofá nos sentamos todos», se queja la canaria. Es algo habitual que, cuando Stella sale de la ducha, se pasee por todas las zonas comunes sin ningún tipo de tela que le cubra sus partes íntimas, y para Laura eso es algo antihigiénico. «No provoca broncas fuertes, pero sí le llamo la atención. Aunque al día siguiente me la vuelvo a encontrar de la misma forma en el sofá», explica.
Ambas cuentan que, a pesar de tener los típicos choques de convivencia, este tema es algo en lo que les cuesta ponerse de acuerdo. Coinciden en que depende de la libertad de cada uno. «Es como si no me gusta la música que escuchas, igual te pido que bajes el volumen, pero no que dejes de hacerlo», reconoce Laura. Y, a pesar de que le pueda molestar; sabe que hablando se solucionan las cosas. Por suerte, han llegado a un acuerdo: no sentarse sin ropa interior en el sofá de casa, a no ser que te hayas duchado recientemente; y que, mientras una esté comiendo, la otra esté vestida.
Cierto es que las jóvenes eran amigas desde antes de compartir piso. Es decir, la confianza que tenían era de casi hermanas. Por ello, Laura reconoce que no se sorprendió tanto como Dani. «No es algo que me moleste, me parece algo natural y no le doy importancia, simplemente me incomoda cuando siento que sobrepasa los límites, tanto para ella como para las demás que vivimos también aquí», argumenta.
SINO, ¿DÓNDE LO HACEMOS?
«Lo hago sin pensar, entiendo que les moleste. De hecho, reconozco que, si lo hiciéramos todas, sería una locura», comenta Stella. Pero también, es partidaria de que sus compañeras aprovechen la libertad y la confianza que tienen en casa para ir ligeras de ropa. «Si no lo hacemos en casa, ¿dónde lo vamos a hacer?», afirma.
Idealista, la plataforma dirigida a la búsqueda de pisos, explica que para ellos esto no supone un problema. «Nuestra labor, y la de otras agencias inmobiliarias, es la de publicar anuncios de alquiler de pisos o habitaciones. Pero, en aspectos de convivencia no podemos intervenir, ni siquiera el propietario», apuntan.
Ante esta situación, en los dos pisos coinciden en que la clave para una buena convivencia es una buena comunicación. «Mucha gente termina amistades por culpa de esto, por eso es mejor hablar las cosas y tratar de ponerte siempre en la piel de los demás», concluye Laura.