La neofobia de Drexler

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

Silvia Poch

24 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

De la suculenta entrevista de Carlos Crespo a Jorge Drexler en el Fugas de hace unos días se extraen un buen puñado de lecciones que solo puede impartir un tipo sagaz como el uruguayo, a quien en una lectura equivocada alguien podría encasillar en donde no está. Para apuntar bien fuerte esa propuesta de neologismo con el que define el odio infundado y racional a lo nuevo y que el artista propone designar como neofobia, una pulsión constante que hoy practican viejos roqueros que desprecian toda la avalancha musical vinculada al reguetón y al trap. La reflexión de Drexler ajusta a la perfección ese desprecio, tan similar al que quienes hoy lo practican sufrieron de sus padres, persuadidos de que las baterías, los pelos y las letras de sus hijos eran porquerías culturales indignas de ser siquiera consideradas.

Cuando hace algo menos de una década las adolescentes empezaron a escuchar en la ducha a P.A.W.N. Gang con sus retahílas sexuales y el uso insufrible del autotune, los padres más modernos se persignaron con escándalo como antes lo habían hecho los suyos ante una canción de los Doors. La atrevida suficiencia de los adultos les permitió despreciar el movimiento y pronosticar un recorrido escueto para una música antiburguesa que emergía del barrio y, muchas veces, de la marginalidad.

Todo en aquellos grupos nos parecía hostil, la estética, el mensaje, la melodía y las aspiraciones emocionales, en apariencia centradas en hacer mucha pasta por caminos diferentes a los que a nosotras nos parecían honorables.

Tiene mucha razón Drexler al denunciar la neofobia que escondía nuestra reacción, en la que también asomaba la patita el miedo que siempre asalta ante lo desconocido, sobre todo cuando ese desconocido ocupa tu casa invitado por quien pocos días atrás era una cachorra dócil que admiraba todo lo que hacías.

Imagino a todos aquellos primeros trapeiros frotándose hoy las manos. Hoy trapea hasta Raphael, perrean las abuelas, y en los conciertos de C. Tangana la Xunta compra cientos de entradas VIP para repartir entre presidentes y consejeros delegados que hace pocos años se habrían hecho cruces con lo que cantaba cuando se llamaba Crema. Sabio Drexler.