Lo de Candela no se queda atrás. Su madre la castigaba, pero ella salía igual: «Me decía: 'Me marcho, y me voy a drogar tres veces más que ayer'», recuerda. Mariola siempre denunciaba su desaparición, hasta un día en que la menor le mordió antes de disponerse a salir por la puerta a las bravas: «A los ocho días sin aparecer, me dijo la Guardia Civil que ya había pasado demasiado tiempo sin saber de ella y que tenía que denunciarla por la agresión para poder desplegar un dispositivo de búsqueda más intenso. Lo hice y la encontraron rápido. Después me enteré de que la habían ayudado en varias casas. Traía la piel y el pelo fatal, y esos ojos sin vida... Venía fumada».
EN LOS CALABOZOS
«Por vergüenza, yo después no pedía perdón ni reculaba tan fácil... hasta que me dejé ayudar. De hecho creo que por eso mi recuperación fue rápida, porque sabía que lo estaba haciendo mal, pero no era capaz de ceder y darles la razón», manifiesta Candela, que cree que la droga tuvo bastante que ver en sus problemas de conducta: «Creo que esto fue por consumir marihuana tan joven —en torno a los 15 años—, y con las cosas poco claras». Cuando la denunció su madre por agresión, señala, sintió soledad y rabia. «Después me detuvo la policía, que no era la primera vez», indica la joven, que pasó unas horas en los calabozos de un juzgado de menores de Madrid.