A aquel que crece y vive sin besos se le ven las lagunas en el diccionario de la inteligencia y la sensibilidad. «Sin besos, no aprendes a regular las emociones y esto influye en el aprendizaje intelectual. Sobrevives, pero no vives bien. También es verdad que el vínculo de apego estable es, sobre todo, un estar. Un estar disponible, un estar presente para satisfacer las necesidades más que los caprichos», amplía Eva Fuertes.
El beso es un «antidepresivo natural», dicen los expertos, un maná que nutre la empatía al disparar las «hormonas felices (oxitocina, dopamina) y reducir la del estrés, el cortisol. Sus beneficios tienen fundamento y raíces en aspectos evolutivos. La oxitocina, por ejemplo, es clave en el apego entre madre e hijo y en el resto de nuestras relaciones», indica a YES el biólogo molecular Mariano Alló. Besar (bien) desestresa. Lo malo del beso es lo bueno, que no podemos dárnoslo solos. Qué gran cura de humildad para el yo.