Lo más curioso de esta historia es que han forjado una relación muy estrecha en muy poco tiempo. Raúl estuvo trabajando con él apenas año y medio, ya que después se fue a hacer la mili. «Me dijo: ‘Vete y vente cuando termines. Tú conmigo vas a tener siempre trabajo’», explica el «hijo». Efectivamente, al día siguiente de volver, estaba trabajando de nuevo.
-¿Compraste la moto?
-Al final no, compré un coche.
Tiempo después, Raúl tuvo otras aspiraciones y sintió ganas de mejorar. Se marchó a trabajar a Barcelona. Y Manolo le repitió lo que ya le había dicho: las puertas seguirán abiertas. «Esto lo llevé grabado siempre, toda la vida», apunta Raúl que añade: «Eso y todo lo que me enseñó él, que fue muchísimo. A ser persona, a ser honrado, a ser trabajador, a ser disciplinado, a ser buena persona...». Habían pasado solo tres años desde que estrecharon estos lazos tan fuertes, pero el destino les tenía preparadas rutas diferentes. Perdieron el contacto, aunque no del todo. Cuando Raúl venía a A Coruña, lo veía a veces pasar con el camión; una vez que le cuadró pasar por Lugo, se acercó a su casa, pero Manolo no estaba en ese momento; alguna vez se encontró con el hijo, que es taxista, y preguntaba por él... Pero no era lo mismo.