Ladrones de libros

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MABEL RODRÍGUEZ

27 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Memorias de mis putas tristes, la décima novela de Gabriel García Márquez, salió a la venta cuatro días antes de lo previsto para zanjar la distribución de ejemplares pirata que empezaban a circular por las calles de Bogotá antes de que la versión legal atracara en las librerías. Con Yo no vengo a decir un discurso, publicada en el año 2010, seis años después, el celo de su editorial solo consiguió retrasar un puñado de horas la aparición de ejemplares falsos, más baratos y descuidados pero que contenían íntegra la codiciada esencia objeto de trapicheo: el universo creativo de Gabo. En realidad la relación del escritor con el pirateo venía de lejos. Pocos años después de publicar Cien años de soledad aparecieron en China al menos dos versiones pirata que indignaron al autor y precipitaron un veto editorial temporal que no se disolvió hasta muchos años después. Pero la difusión de ejemplares falsos por el gigante transcurrió acompañada de mitología, la más notable, la que señala la existencia de una particular versión de Cien años... en la que Aureliano Buendía nombra al Partido Comunista Chino en una entre grosera y aduladora corrección del original.

Pensé en los piratas de Márquez tras saber que una banda de ladrones, organizada y eficaz, planifica desde hace un tiempo asaltos a las librerías de A Coruña para afanar ejemplares que después revenden. Se comprende la desolación de los papeleros, pero ellos también entenderán que con varias pandemias superpuestas y la sospecha existencial de que tantas veces se comercia con lo zafio, una banda que roba libros es lo menos ordinario que nos hemos llevado a la boca en los últimos tiempos.

De la cuadrilla coruñesa sabemos que opera solo por la pasta pero tal vez el jefe de la banda sepa algo de Elois Pichler, teólogo y bibliotecario alemán que fue detenido tras robar 4.000 libros de la Biblioteca Imperial rusa durante muchos años de desaforada compulsión bibliófila. Fue enviado a Siberia.