Test de intolerancias, ¿sí o no?

YES

La polémica está servida. Los test que analizan la reacción en sangre frente a interminables listas de alimentos dividen a especialistas y pacientes. ¿Qué hay de verdad en ellas?

29 ene 2021 . Actualizado a las 08:53 h.

Si hay un tema que genera debate en lo relativo a las dietas y a los problemas digestivos son los test de intolerancias alimentarias que se obtienen a través de la sangre. Los hospitales los ofrecen, muchos médicos los desaconsejan y los nutricionistas se dividen entre los que confían en ellos como medio para conocer qué alimentos eliminar del menú y los que opinan que no influyen a la hora de perder peso. Lo que no es debatible es el hecho de que cada vez son más quienes recurren a ellos para intentar conocer qué ingredientes evitar o, incluso, para ver si confirman sus sospechas en torno a una intolerancia determinada. El hecho de que no requieran prescripción médica los acerca a la gente. Y la sencillez con la que exponen los resultados, acompaña. A modo de semáforo, clasifican los alimentos en rojo (no permitidos), naranja (a evitar) y amarillo (no recomendados). No deben confundirse con las pruebas que pide el médico para analizar la intolerancia a nutrientes específicos, como a la lactosa -se mide en un test de aliento que determina la existencia estomacal de hidrógeno gas- o a la fructosa -también mediante el test de hidrógeno y metano espirado-.

Su falta de evidencia científica y la cantidad de alimentos que pueden llegar a catalogar como no recomendables hacen que muchos expertos los rechacen. Y precisamente estos son los dos argumentos por los que el jefe de Hematología del Hospital San Rafael y especialista en Nutrición Manuel Viso los desaconseja: «No hay una traducción clínica, porque luego no ves que los pacientes cuando hacen este tipo de dietas mejoren. Quizás les vengan las molestias por otro lado. ¿Que hay un caso determinado en el que alguien mejora? Bueno, pero la medicina se basa en la evidencia científica y en estudios avalados».

Las intolerancias vienen medidas por las IgG, pero que tú tengas desarrollado un anticuerpo contra una cierta sustancia no significa más que eso

El especialista señala que lo que miden estos test son los anticuerpos frente a los alimentos que incluye, que según cuál elijamos suelen oscilar desde los 100 hasta los 200. En concreto, lo que buscan es si hemos generado anticuerpos IgG contra cada uno de esos alimentos, y clasifica el nivel de intolerancia a cada uno en función de la cantidad de anticuerpos que hemos desarrollado ante él. «Estos test miden las IgG, mientras que en las alergias se estudian otros de otro tipo, las IgE. Una intolerancia, por ejemplo las demostradas como la lactosa o el gluten, se traduce en un cuadro digestivo. Hinchazón, diarrea, dolor abdominal, sensación de plenitud, digestiones pesadas, etcétera. La alergia es diferente. Si la tienes y has contactado con el alimento desarrollas las IgE, que pueden llevarte a un shock anafiláctico. Las intolerancias vienen medidas por las IgG, pero que tú tengas desarrollado un anticuerpo contra una cierta sustancia no significa más que eso. Aquí pasa un poco lo mismo», explica Viso, que añade que los resultados no son falsos, pero que las largas listas de alimentos no recomendados que muchas veces contienen hacen que mucha gente elimine todos ellos sin tener ningún problema digestivo y provocando una desnutrición o carencias nutricionales.

Es decir, el problema no está tanto en la prueba en sí como en la interpretación de sus resultados. «Esto es como con los virus, tú vas contactando con ellos y vas desarrollando muchísimos anticuerpos, pero eso no quiere decir que los tengas ni que estés infectado«, aclara el médico, que añade: «Cuanto más variada sea tu dieta, más variedad de IgG tendrás, pero eso no quiere decir que te estén haciendo daño esos alimentos. Otra cosa es que comiendo alguno en concreto, además, tengamos un cuadro clínico».

La nutricionista Fátima Branco está de acuerdo. «Yo si me lo piden llamo al laboratorio para hacerlo, pero no lo oferto de primeras. Hay nutricionistas que lo hacen, pero por una parte a mí no me parece que porque no te lo hagas ya no pueda atenderte y, por otra, para la pérdida de grasa y de peso no influye. Pedirlos como requisito para diseñar una dieta me parece engañar a la persona. Puedes perfectamente comer alimentos que te den esos IgG y adelgazar», indica la profesional, que también cuestiona la retirada temporal de todos esos alimentos que revela el test porque «se quitan unos meses en función del nivel de intolerancia, pero mucha gente no los vuelve a introducir después». Consciente de la falta de evidencia científica en torno a esta prueba, también contempla casos de personas que progresan, pero lo matiza: «¿Que la gente mejora? Claro, pero también porque empiezan a cambiar hábitos y a comer mejor».

DE 60 A 400 EUROS

El Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Galicia los desaconseja. Además, diferencia entre los que se hacen pinchando el dedo y los que consisten en una analítica completa: «Los que se realizan a través de analítica en sangre se basan en la interacción alimento-sistema inmunitario (analizan los cambios de membrana del glóbulo blanco). Por otra parte, los que se hacen pinchando el dedo estudian la interacción alimento-anticuerpo IgG. Estos últimos son los más económicos».

Y es que este aspecto, el económico, es importante. No los cubre ningún seguro, por lo que el paciente ha de abonar la cantidad al completo. «Los precios dependen del tipo de test a realizar. Van desde los 60 euros, los de electroacupuntura, hasta los 300-400 euros, los test cualitativos que estudian los cambios en la membrana del glóbulo blanco. Los más comunes son los segundos, que enfrentan alimentos e IgG, cuyo rango de precio oscila entre 95-140 euros aproximadamente», indica la presidenta del Colegio, María González, que los desaconseja por «no contar con el aval de las sociedades científicas de alergología e inmunología de referencia», y señala que las intolerancias «no se diagnostican con una simple analítica de sangre».

El endocrino de la Sociedade Galega de Endocrinoloxía, Nutrición e Metabolismo Alfonso Vidal Casariego la suscribe. «Carecen de validez científica demostrada, no tienen utilidad real, complican la vida de quienes rigen su alimentación suprimiendo a lo mejor 15 o 20 alimentos, y por lo tanto pueden llevarle a una dieta desequilibrada», afirma el doctor, que los distingue de las pruebas validadas para intolerancias a nutrientes concretos, como la de la lactosa o la fructosa. «A veces te llega un paciente que ha dejado de comer lentejas después de 50 años comiéndolas sin que jamás le hayan hecho daño porque le salió en el test. Y deshacer eso es muy difícil», señala Vidal Casariego, que reconoce que el hecho de que los propios hospitales ofrezcan este tipo de test responde «a un conflicto de intereses» que puede despistar al paciente.

«LA GENTE LOS PIDE»

Pero además de la evidencia científica, defiende la nutricionista Ana Golpe, está la empírica. Ella lleva trabajando con los test de intolerancias desde el 2011 en su consulta de Hipersalud, y asegura que se los piden con muchísima frecuencia. «No hacemos publicidad de ellos, pero es que la gente viene pidiéndolos. Yo misma era muy escéptica al principio, sin embargo quienes hacen su dieta contando con ellos se encuentran muchísimo mejor», manifiesta la nutricionista, que los realiza con su laboratorio de referencia. Retira durante unos meses esos alimentos que el test desaconseja, pero los reintroduce después. «A nivel digestivo, observas que los pacientes se encuentran muchísimo mejor tras la retirada en muy poco tiempo. Luego, por supuesto hay que hacer la reintroducción de esos alimentos. Quizás pueda haber alguno en concreto que genere una mayor intolerancia, pero siempre se va a poder sustituir por otros que aporten los nutrientes, las vitaminas y los minerales del que se retira. De eso se trata, de encontrarle el sustituto al alimento que hace daño y que la persona note la mejoría», indica Golpe, que añade que cualquier dieta «va a asimilarse mejor si nuestro sistema digestivo funciona bien». Las cifras en su consulta, indica, hablan por sí solas: «A día de hoy, hemos realizado ya tres mil test».