"Hace seis años que repetimos el plan del cámping"

LUCÍA VIDAL

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CARMELA QUEIJEIRO

"Si tienes niños pequeños, el cámping es lo mejor. Te da una libertad total y la estancia nos cuesta tan solo 6 euros y pico por persona y noche"

21 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Playa o montaña? ¡Cuántas veces habremos escuchado esa pregunta! Y por qué quedarse solo con una cuando se pueden tener las dos. Campo y arena, ambos a tiro de piedra. A Roberto Tilve Rúa el gusanillo de la tienda y el saco le picó tarde. Siendo niño jamás pisó un cámping, pero la llegada de sus dos hijas supuso un idilio en toda regla con esta forma de veranear, una desconexión total del cemento urbano y del estrés de su trabajo -es conductor de ambulancias-. «Es espectacular la comunión con la naturaleza», resume.

Natural de Redondela, a sus 37 años vive una segunda infancia a través de los ojos de Icía y Nayra, de 11 y 6 años. Completan este cuadro campestre su pareja Iris y el hijo de esta, Lucas, además de Daniel, compadre y amigo inseparable de Roberto, y sus ahijados. «¡Y no salimos todos en la foto!», nos dice.

¿Por qué un veraneo de cámping? «Por la libertad que te da. Los niños van a su bola. No tienes que estar 24 horas pendiente. Y son felices. Además hacen muchos amigos». Lleva seis años repitiendo plan: «Normalmente nos quedamos en Galicia pero también hemos ido a Portugal».

¿Y el factor económico? ¿Sale mejor, siendo familia numerosa, irse de cámping que de hotel o a un parque de aventuras? «La verdad es que si solo tienes en cuenta el alojamiento, es muy barato», asegura este amante del campismo. «Son seis euros y pico por persona y noche. Una semanita aquí nos sale a todos por unos 180 euros, actividades aparte, claro, que eso es lo que sube». Roberto es de los tradicionales, de los de tienda de toda la vida, piqueta incluida: «Mi compadre se ha traído esta vez un remolque».

Este 2018 ha tocado Ribeira. El Cámping Rural Ría de Arousa II, que está a diez minutos en coche de un chapuzón en el mar -por si apetece sacudirse las hierbas- y muy cerca del Parque Natural de las Dunas de Corrubedo, aunque dentro tienen todo lo necesario para pasar unas vacaciones sin tiempo para el aburrimiento:

PROHIBIDO ABURRIRSE

«Hacemos un montón de cosas -añade Roberto-, desde tiro con arco, paseos en caballo o rutas en quad». Pero también se pueden hacer rutas en bici o senderismo sin olvidarnos, por supuesto, de la piscina, esa especie de plaza del pueblo casi imprescindible en cualquier cámping que se precie, donde todos se reúnen y se divierten. El día aquí transcurre a las «órdenes» de los pequeños. La trompeta en este particular cuartel suena temprano. «Desayunamos todos juntos y planificamos la jornada. Los niños nos dicen qué les apetece hacer y reservamos alguna actividad», cuenta Roberto. El ejército exhausto repone fuerzas a pie de tienda. Aunque el cámping ofrece servicio de restaurante, la familia Tilve y compañía traen su propia comida de casa: «Esto va a escote y luego si falta alguna cosa la compramos en el supermercado del recinto». Nadie se erige como jefe de cocina, una labor que, como el pago de los alimentos, se reparte. «No nos complicamos mucho la vida. Hacemos arroz, pasta, algo a la plancha, y por la noche unos sándwiches calientes o unas hamburguesas. Luego mi compadre y yo solemos organizar juegos pensando en los niños. Se nos unen de otras tiendas también. Pues por ejemplo, la búsqueda del tesoro, linterna en mano. Otro día toca escondite, y así», indica Roberto. Nos imaginamos perfectamente a estos exploradores apurando los minutos antes del toque de queda de medianoche. «A las doce, todo el mundo a cama».

Manuel Domingo, gerente de las instalaciones, explica que hay dos tipos de veraneantes: «Los que reservan en Semana Santa y pasan aquí largas temporadas, normalmente parejas ya jubiladas; y los que vienen una semanita o dos durante los meses de julio y agosto, familias con niños básicamente».

Roberto tiene claro que el año que viene repetirá experiencia y escenario. ¿Será que quien lo prueba se engancha?