Esa no soy yo

YES

23 dic 2017 . Actualizado a las 13:37 h.

A la hora de compartir estas líneas, el huracán catalán habrá amainado... o no. Con los resultados de esas excepcionales elecciones sobre la mesa y con los millones de horas que hemos dedicado a hablar del asunto en los últimos meses, habrá quien caiga en la tentación de considerar el «procés» la gran cuestión del año 18. Un tratado sobre la dedicación mediática que ha acaparado el asunto catalán concedería una visión equivocada de estos meses, como si la realidad y sus conflictos se hubiesen detenido y nada más existiera aquello que separa a independentistas y unionistas.

En realidad, la gran noticia del año tiene una vocación más transversal y sus consecuencias tendrán otro calado. Su titular grueso lleva el nombre de Harvey Weinstein, pero el cuerpo de la noticia está lleno de detalles que permiten considerar que en estos meses ha arrancado una revolución que se intuye imparable y que al fin coloca a la mujer en el centro del debate. La revista Time le ha dedicado su portada del año; la etiqueta #metoo es el gran tatuaje del presente y miles de mujeres en diferentes partes del mundo han empezado a hablar lo que seguía silenciado. Una de las reacciones más llamativas y reconfortantes tiene que ver con un viral. No se trata de un tuit de 140 caracteres ni de una foto de gatos, sino de un texto de 7.000 palabras -una osadía para los estándares de hoy- en el que se relata el flirteo y posterior encuentro sexual entre Margot, 20 años, y Robert, 34. Lo ha escrito Kristen Roupernian para The New Yorker, se titula Cat Person e introduce un punto de vista preciso sobre la gestión que las mujeres hacemos de los deseos y las expectativas de los hombres.

Ese tatuaje #metoo del nuevo feminismo tiene en realidad diez años de historia. Lo parió la activista Tarana Burke para conectar a jóvenes negras que habían sufrido violencia sexual en el entorno del barrio neoyorquino de Harlem. El escándalo Weinstein se convirtió en la chispa que necesitaba para convertirse en una suerte de hermandad internacional que reclama un nuevo papel para las mujeres. Hay referencias muy directas aquí en Galicia, como la campaña que en el año 2016 puso en marcha el Concello de Pontevedra y que abrió una ventana para que las mujeres recordaran y verbalizaran aquel primer incidente en el que fueron mal tratadas por niños, chicos u hombres. Todo un ejercicio de catarsis individual que al final ofreció un retrato colectivo muy revelador.

Pase lo que pase a partir de ahora, lo que parece claro que es que la tercera ola feminista que se inauguraba en 1990 ha sido superada por una nueva manera de reivindicarse cuyas consecuencias están por escribir y que quizás le concedan a nuestras hijas un lugar para vivir mejor y más justo. Cantaba Mari Trini en 1971: «Yo no soy esa que tú te imaginas/ Una señorita tranquila y sencilla/ Que un día abandonas y siempre perdona/ Esa niña sí, no/ Esa no soy yo».