Hace falta más patio y menos tablet

Candida Andaluz, Yolanda García y Javier Becerra

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MIGUEL VILLAR

SI LE DAS A ELEGIR ENTRE PANTALLA O BALÓN ELIGEN... Gol. No lo dudan, los niños prefieren los juegos de siempre: la comba, la rayuela (o mariola), el pilla pilla y, por supuesto, el fútbol. En el patio la tradición manda, aunque muchos siguen la tendencia de saltar a su gusto.

24 abr 2019 . Actualizado a las 17:16 h.

Hay tantos juegos tradicionales como leyendas, historias, pueblos, barrios o calles. Y cada uno tiene un nombre diferente según el lugar en el que se practique. Pero si algo es común a todos ellos es que siempre se practican en compañía. En tiempos de ocio individualizado y tecnológico, la rayuela, la cuerda, el escondite, la oca, el parchís, la gallinita ciega, el brilé, las canicas, las chapas o la soga siguen estando presentes. ¡Haz la prueba!: pinta números en el suelo, saca una cuerda, varias canicas y empieza a saltar. Ellos, los pequeños, dejarán la tablet y se unirán a la fiesta. Algunos ya lo hacen.

 

MIGUEL VILLAR

BENEFICIOS

No solo son divertidos, sino que los estimulan a los pequeños de múltiples formas. Por eso, en el colegio Maristas de la capital ourensana, un grupo de profesores de infantil y primara propusieron a la dirección del centro pintar sobre el suelo del patio del colegio juegos tradicionales. De esto hace cinco años y ya forman parte del ocio de los niños. Varias rayuelas y pequeños juegos de contar pelean por su hueco entre las canchas de baloncesto y los lugares destinados a jugar con el balón. Quizás este último, con el que se juega al fútbol, sigue siendo el preferido de los pequeños. Creatividad, actividad física, memorización y estrategia son solo algunas de las cualidades que este tipo de juegos fomenta en los niños. Casi nada. A los que hay que añadir la integración. ¡Todos tienen cabida! Se practican durante las horas de recreo pero, sobre todo, dicen los maestros de Maristas, en el tiempo entre la comida y las clases de por la tarde, si hablamos de aquellos que se quedan en el comedor. Quizás, porque necesitan su tiempo. No existe la posibilidad de utilizar máquinas o dispositivos electrónicos, ¡ni falta que les hace! No los echan de menos. La rayuela, conocida en varios puntos de Galicia con el nombre de mariola, mariquita o peletre, estimula la agilidad y el movimiento. Varias generaciones han luchado por surcar sus nueve cuadros en el menor tiempo posible. Con una tiza y una piedra (que se llama tejo) es suficiente. Nadie parece conocer cuál es su origen, pero lo cierto es que es una de esas actividades que podrían compartir, sin problemas de entendimiento un niño gallego, un chino y un australiano. Otros, sin embargo, tienen más que ver con el lugar en el que se practican. Por ejemplo, el de la llave, que es diferente si se juega en Ferrol, en Ourense o en Santiago. Pero esta actividad, pese a ser asequible a los pequeños, se ha convertido en un juego, junto a la petanca, practicado sobre todo por gente mayor. Muchos maestros, especialmente los de Educación Física, los utilizan en sus clases. Ahora que no se suelta a los niños a su bola por el barrio para correr libremente, ellos siguen pidiendo calle para jugar. No solo de parques de goma se hace la infancia y los pequeños aún siguen jugando a lo de siempre. La comba, la goma o la pelota son todavía las reinas indiscutibles cuando se reúnen un grupo de niños.

En ocasiones, este tipo de actividades llevan consigo su propio cántico. Casi romances. «Gallinita ciega, ¿qué se te ha perdido en el pajar? Una aguja y un dedal. Da tres vueltas y la encontrarás». «En la calle-lle veinticuatro-tro se ha cometido-do un asesinato-to. Una vieja-ja mato un gato-to con la punta-ta del zapato-to», son algunos ejemplos. Al dedillo se sabían hace años, aunque ahora leídos al detalle parezcan demasiado rocambolescos.

Muchas asociaciones e instituciones han intentado en los últimos años potenciar de nuevo los juegos tradicionales con guías didácticas, charlas y actividades puntuales, pero de nada sirve si no son los propios niños quienes los comparten en las calles con sus amigos. Muchos de ellos van estrechamente relacionados con historias, leyendas tradicionales y los expertos aseguran que jugar es una necesidad con la que el hombre, el niño, ha nacido. Los tradicionales no entienden de clases sociales y su uso depende principalmente de los padres, porque se transmite de generación en generación, de abuelos a padres y de padres a hijos y así, sucesivamente. Tienen reglas, pero permiten a los pequeños cambiarlas, modificarlas para su mayor disfrute. ¿Quién se apunta a un brilé?

«Me gusta porque le puedo pegar fuerte al balón»

PEPA LOSADA

Aunque unos cuantos del grupo se declaran fans del Barça y tienen de ídolos a jugadores como Neymar o Messi, entre otros, hoy no les vamos a preguntar por Cataluña. Pobres... Dejemos que disfruten como saben hacerlo de un deporte en equipo y al aire libre y que triunfa en la pandilla, además en este caso con jugadora. Es Antía Martínez, hermana de Brais, y aquí compañera en la pista de Lodeiro en Viveiro de su primo Hugo Trasancos, Alejandro Baz, Claudio Vigo y Gabriel Casas. Me explican que también juegan con la pelota a otras variantes como el rondo o el zombi. Para mí, que realmente tengo muy poco de futbolera, es algo totalmente nuevo. A todos les gusta chutar y marcar. Ahora, responder a la pregunta tan sencilla como «¿por qué?» ya se torna más difícil. Algunos miran al cielo. Hugo contesta: «Porque xogo e marco goles». Claudio afirma: «Porque le puedo pegar fuerte al balón».

 ESTE JUEGO TIENE CUERDA

Rebeca Rivas, profesora de Educación Física en el CEIP Santa Rita de Galdo en Viveiro, inculca su amor por el juego tradicional a sus hijos y alumnos. Cuando llegó como docente al centro escolar hace cinco cursos ya había un trabajo hecho: «Luis, o antigo profe de Educación Física, xa traballaba moito os xogos tradicionais. De feito, aquí temos a ra, que lles encanta, e a chave de Ferrol. Os nenos tamén coñecen as buxainas, as canicas, os zancos, todos os xogos da goma, a corda, as chapas, a mariola... E si que lles gusta. Aínda que hai un día de fútbol no recreo, o resto dos días temos a man os outros xogos. E cando xogan no cole si que o trasladan ao parque». «Non penso que nos vaia gañar a Play e a Wii, porque se lles dás ou fútbol ou Play prefiren fútbol, baloncesto e bici e ir cos amigos. Teño esperanza». «Os xogos populares aportan habilidade motriz fina, coordinación, creatividade... Hai unha pequena competición, pero é sa», asegura.

Vivimos en el siglo XXI, pero en la plaza de Maestro Mateo de A Coruña hay poca diferencia con los años ochenta o los sesenta. Aquí los únicos que andan con el móvil son los padres (en muchas ocasiones apercibidos por los pequeños). Los niños prefieren divertimentos más tradicionales. El lío se monta alrededor de las cinco y media. A esa hora salen los alumnos del colegio Compañía de María y el Fogar de Santa Margarida, ambos situados a la vera de la playa de Riazor. Y se genera la estampida.

«Jugamos a pillar todos los dias» 

Marcos Míguez

Iria, Manu, Clara, Pedro, Guillem, Pelayo, Nico, Carmen, Carmela y Blanca van en tercero de infantil. Tienen todos alrededor de cinco años y son muy amigos. Cuando hace buen tiempo quedan en la plaza citada. Estos días, en medio del otoño inusualmente veraniego, la cita es diaria. Ahí manda el pilla pilla. «Es lo que más nos gusta. Jugamos a pillar todos los días», dice Iria mientras apura el bocata. En cuanto estos se esfuman (y con ellos las mandarinas, los yogures «de chupar», los palitos y los plátanos) empiezan las carreras.

Le toca a Nico. ¡Bum! El resto se echa a correr. En sus rostros se puede ver toda la mezcla de euforia y felicidad. ¡Fiesta de endorfinas en el cerebro! Tal es así que, pese al espacio limitado, juegan y juegan y vuelven a jugar. Los hermanos pequeños se unen al jolgorio. El chándal del primer año de la guardería los delata. Aunque algunos no tengan ni los tres años cumplidos, también se suman a la fiesta. Son Xabi, Lucas y Jacobo. No saben muy bien de qué va la cosa. Pero corren como si lo supieran.

RODILLAS CON POSTILLAS

Cuando llevamos un rato empiezan a verse los efectos secundarios del pilla pilla. Clara con el pelo sudoroso pide que le pongan una coleta. Xabi suma otra herida en las rodillas a la colección tras una caída. Manu termina rodando por el suelo. Lucas con él. Cae algún botón con los tirones. Se desgasta aún más la rodillera del chándal de Pedro (y estamos empezando el curso). Y a Carmela le cede uno de los tirantes del pichi. Tanto da. Solo con ver las caras de todos queda claro que ha merecido la pena. Todo ello sin tocar un móvil, ni una tablet, ni nada de eso. Si es que es más fácil de lo que parece.