Probablemente está usted sobrevalorada

YES

14 ene 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

Un clásico. Cuando un tipo tipo Trump se siente amenazado por una mujer recurre a dos estrategias: apelar a su aspecto físico o a su actividad sexual o apelar a lo engañado que esa mujer tiene al mundo por motivos que casi siempre tienen que ver con su aspecto físico o su actividad sexual. Lo hizo el lunes con Meryl Streep que en los Globos de Oro hizo lo que tocaba: alertar contra el patanismo político y la ordinariez ideológica que el millonario representa y referir las amenazas de este vicario del capitoné que en unos meses se ha pasado por el forro todos los límites que la civilidad democrática aconseja, incluida la de mentir lo menos posible, que queda feo. A Trump le bastaron 140 caracteres para contestar a la Streep, a la que según el próximo presidente de USA no conviene hacer mucho caso porque está «sobrevalorada».

Ahí entró Trump a muerte en ese lugar de su mente en el que las personas están clasificadas según un orden de naturaleza divina en el que las reglas, por supuesto, las marca él. Un mundo de jerarquías en el que a veces alguien se cuela por donde no debe y aparece haciendo cosas que no le correspondían. Un universo en el que la actriz de Memorias de África, una vulgar comedianta al fin, no debe emitir juicios morales y mucho menos ser aplaudida por ello. Un microcosmos en el que las mujeres con autoridad moral o jerárquica son sospechosas de haberla conseguido gracias a tretas inconfesables que casi siempre tienen que ver con su aspecto o su inactividad sexual.

Trump va a tomar posesión apenas unos días después de que se haya muerto Zygmut Bauman, el gran divulgador de la modernidad líquida. El polaco venía alertando precisamente sobre la disrupción del talento que la crisis ha traído consigo, en un mundo en el que el saber ha empezado a ocupar lugar. Por las grietas del capitalismo se están colando miles de trabajadores cualificados cuyas aspiraciones los convierten en reactivos para un sistema que negocia a la baja. Jóvenes que cumplieron con el sistema, que estudiaron una buena carrera, aprendieron el inglés correspondiente, trabajaron de camareros en el extranjero y los fines de semana jugaban al rugbi de veteranos. Muchos tienen hoy su gran cualificación en el armario y cuentan nóminas de 800 euros al mes, con suerte. Este desprecio por el talento coincide con la estima que millones de personas parecen sentir por personajes como Trump, un presidente muy de hoy, una consecuencia inevitable de un modelo económico que ha vertido por el sumidero algunas de las grandes certezas. En realidad, al inminente presidente de ese país sin nombre que son los Estados Unidos de América no le parece que Meryl Streep esté sobrevalorada; más bien desprecia los valores que ella representa, acuerdos fruto de un consenso que él no ha necesitado respetar para convertirse en el líder del país más poderoso de la tierra. Sus predecesores no fueron ángeles; hasta puede que su adversaria no fuera del todo respetable si hablamos de pura ética democrática pero, como dijo Streep el lunes, Trump le está enseñando al mundo que todo vale para ganar.

El planeta está lleno de mujeres sobrevaloradas. Y las previsiones pronostican que cada vez serán más. Tipas cuyo valor supera lo que demanda el mercado. Monedas tan valiosas que no tienen ningún valor. Atención al titular que hace unos días publicaba una revista de las llamadas femeninas: «El mercado del apareamiento también se rige por las leyes de la oferta y la demanda… Las mujeres heterosexuales con formación universitaria lo tienen peor que el resto». Según la tesis, la incorporación masiva de la mujer a la universidad y el hecho de que ya haya más mujeres que hombres con título superior está a punto de crear un ejército de frustradas incapaces de encontrar a hombres que estén a su altura intelectual. Una sutil manera de desactivar el impulso femenino. Mátame camión.

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