Carta de vuelta

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE V TELEVISIÓN

YES

28 may 2016 . Actualizado a las 06:10 h.

Querido José Luis:

Ha sucedido. Hace unos días realizaba en estas páginas un ejercicio de nostalgia y construía una reivindicación: que volviesen las cartas. Y las cartas han vuelto. Poco después de aquel artículo, al recoger el correo de la mañana que a diario llega a VTelevisión, en medio de misivas más o menos previsibles, asomaba un sobre blanco, apaisado, con sello y una caligrafía ladeada trazada a mano en color azul. Lo vi y volví a percibir esa amenaza de nerviosismo que la memoria asociaba con el momento previo a rasgar un sobre para escrutar su contenido. Ahí estaba la carta, encabezada con un solemne «distinguida paisana».

Espero no romper ningún pacto de confidencialidad si digo aquí que en tu carta me cuentas que eres ourensano y residente en A Coruña desde hace cuarenta años. Confiesas también que fue la reivindicación que aquí se hizo del correo postal lo que te impulsó a coger el lápiz.

Agradezco, José Luis, que un empujón casi melancólico haya encontrado respuesta casi inmediata. Ha servido para consolidar la convicción de que se pierden algo importante quienes piensan que el único correo posible es electrónico y se revisa deslizando el dedo por una pantalla líquida. Espero hoy más que ayer que se cumpla el pronóstico realizado por una trendsetter y que los buzones vuelvan a llenarse de sobres blancos y de colores, de textos escritos a la luz del flexo, en una camilla barata comprada en Ikea, compuestos en esa atmósfera densa e intensa, que casi huele almizcle, en la que transcurre la primera juventud, la edad más inspiradora para escribir cartas, pues el correo se nutre de la intensidad y nada hay más intenso que tener 18 años.

Todos los grandes sucumbieron a la necesidad de escribir cartas. Hay miles de antologías que recogen esta literatura epistolar que siempre desvela algo más del autor. Estos días, Camilo José Cela Conde presentaba Cela piel adentro, una segunda nueva versión del libro que publicó en 1989 en el que rescata las cartas que intercambiaron el Nobel y su primera mujer, Rosario Conde. Resultó enternecedor escuchar al hijo del escritor aferrarse a la versión de su padre que esas cartas destilan, como si hubiese encontrado en ese ejercicio de intimidad con su novia ahora publicado al Cela real, o al que a él le hubiese gustado que fuese real y que con el tiempo y la vida se fue convirtiendo en otra cosa. Puede que las cartas existan solo para ser cartas de amor. Conocemos las que le envió Hemingway a Marlene Dietrich; o Einstein a su mujer Mileva, o Beethoven a una desconocida Amada Inmortal.

Recojo aquí la de Johnny Cash a su esposa June. Se la envió para felicitarla por su 65 aniversario: «Feliz cumpleaños, Princesa. Nos hacemos viejos y nos acostumbramos el uno al otro. Pensamos de forma parecida. Nos leemos la mente. Sabemos qué quiere el otro sin tener que preguntarlo. A veces, nos irritamos un poco el uno al otro. Tal vez, a veces damos nuestras cosas por sentadas. Pero hay ocasiones, como la de hoy, en que lo medito, y me doy cuenta de la suerte que tengo por compartir mi vida con la mujer más extraordinaria que he conocido. Todavía me fascinas y me inspiras. Me influyes para mejorar. Eres lo que deseo, la principal razón en la tierra para mi existencia. Te amo tanto. Feliz cumpleaños, princesa, John».

Un cordial saludo.