Las podas deben realizarse en los meses de invierno

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Son mutilaciones que obligan a los árboles a un sobreesfuerzo por lo que deben realizarse de forma mínima

12 abr 2022 . Actualizado a las 00:36 h.

Comprobando que ahora mismo se siguen podando árboles en la ciudad, hoy queremos establecer una relación. ¿Qué tienen que ver las podas a destiempo, las saneadas finanzas municipales y la procesión de la Borriquita de Semana Santa? Cualquier manual de arboricultura nos indica que la época adecuada para la poda de los árboles es cuando se encuentran en receso vegetativo, que viene siendo el invierno, antes de que empiece la circulación de la savia y desarrollen nuevas hojas y comience la floración primaveral.

La poda es una mutilación, que obliga al árbol a un sobreesfuerzo desesperado por sobrevivir y, por tanto, acorta su vida, por lo que solo debería hacerse en casos muy justificados y con la mínima afección posible (podar no es decapitar). Hacer estas podas a destiempo supone una agresión añadida, que se suma a las penosas condiciones en las que viven en la ciudad, sin alcorques ni nutrientes en el suelo, con tierra compactada sin oxigenación y soportando elevados niveles de contaminación.

¿Por qué entonces se siguen podando árboles ahora, en el peor momento? Quizás la respuesta sencilla es que no disponemos ni de personal y de medios suficientes para hacerlo con todos cuando menos les dañarían. Esto tiene un factor económico a tener en cuenta. Para podar un arbolito de un par de metros de altura y una copa en forma de chupa-chup se precisa un operario con una furgoneta, una escalerita de mano, una tijera de jardinería y la operación apenas lleva unos minutos. En cambio, podar un árbol de gran porte hace necesarios al menos tres operarios, un camión con plataforma elevadora, motosierras y un proceso de varias horas. Como comprenderán sale mucho más barato el mantenimiento de los arbolitos chupa-chup, cosa que las arcas municipales agradecen.

Siguiendo este principio de eficiencia económica nada sale más barato que el mantenimiento de lo que no existe, y sobre esto abundan los ejemplos. Por empezar por los más recientes, piensen que a partir de ahora el mantenimiento anual de los cerezos de A Miñoca, los tilos y castaños de indias de Gran Vía y un largo etc. nos van a salir gratis. No descartemos que detrás de algunas de las súbitas enfermedades terminales que afectan al arbolado urbano de gran porte pudiera estar de fondo este beneficio económico colateral.

Pero nos faltaba incluir en esta interrelación la procesión del Domingo de Ramos, es decir, justamente hoy. Dice la tradición que Jesús entró en Jerusalén montado en una borriquita siendo recibido por una multitud que portaba palmas y ramas de olivo, que tenían entonces una gran carga simbólica como imagen de la vida y la resurrección. Nada que objetar al medio de transporte, que siempre es más sostenible un burrito (mejor de atrezo, y no someter a ese estrés a uno real como se hacía antes) que un GTI 16 válvulas, pero lo de las ramas de olivo representa cada año un problema ambiental añadido a nuestros ya maltratados árboles urbanos.

Pongamos la cosa en su contexto: hace unos años el Concello de Vigo se sumó a esta moda de comprar olivos arrancados de su lugar de origen para trasladarlos aquí con el mero objeto de servir de adorno descontextualizado en rotondas y macetones urbanos. El caso es que llega el Domingo de Ramos y ya se lo imaginan: mucha gente que acude a la procesión encuentra en esos árboles un suministro gratuito de ramas de olivo, y proceden a arrancarlas. Además de ser un acto incívico, estas podas espontáneas debilitan y ponen en riesgo la supervivencia de los olivos por los motivos comentados al principio.

Podríamos añadir que arrancar ramas del arbolado, sean de olivos o lo que sea, es una acción ilegal y sancionable, pues lo prohíben expresamente las ordenanzas municipales de medio ambiente, pero permitan que a la vista del ejemplo que da el propio Concello del escaso respeto a sus propias ordenanzas de protección del arbolado urbano apelar a dichas ordenanzas sea casi una ironía.