Vigo se aplicaba en las ceremonias oficiales

j. miguel gonzález fernández

VIGO CIUDAD

cevigodida

Sucesos bélicos y eventos de la Casa Real eran las conmemoraciones más habituales

10 ago 2021 . Actualizado a las 02:27 h.

Ya lo dice la cabecera de la sección: eran otros tiempos. Nos remontamos al siglo XVIII y principios del siguiente para conocer qué y cómo se celebraban las ceremonias oficiales en la villa de

Vigo. Lo más usual era que se recibiera una carta-orden de la Corte, vía la capital de Tui o algún alto mando militar, en la que a menudo se indicaba el evento y lo que se debía hacer. En ocasiones las autoridades municipales lo sobrepasaban con creces.

El primer ciclo corresponde a las victorias militares. Comienzan con la Guerra de Sucesión que enfrentó al borbón Felipe de Anjou (futuro Felipe V) y a Carlos de Austria (luego archiduque). Como Vigo asumió de buena gana el bando del primero (1700), se festejó el éxito de sus armas en la batalla de Almansa (1707), la conquista de Valencia (1707) y la victoria de Villaviciosa (1711). En su reinado también se tomó la plaza de Orán (1732), desde donde los piratas berberiscos hostigaban el Mediterráneo occidental.

El segundo gran momento fue el de la Guerra contra la Convención revolucionaria francesa en los Pirineos. Se celebró misa solemne en 1793 y de nuevo en 1794, cuando ya la derrota era inminente. Guerras sí, pero también cabían las paces, como las del Tratado de Viena (1725), entre España y el Imperio Austro-Húngaro, después de una cruel y larga guerra. Sonaron los rezos del Te Deum y de las campanas y las luminarias inundaron toda la villa durante tres noches por el júbilo.

El otro grupo destacado era el de los eventos de la Casa Real. No faltaban los fallecimientos de la realeza (1714, María Luisa de Saboya; 1766 María Amalia de Sajonia; 1767 la reina madre Isabel de Farnesio... y hasta en 1711 el Delfín de Francia, padre de Felipe V) y, por supuesto, de los monarcas. Se levantaba un suntuoso túmulo ceñido de bayeta negra en los costados y con las insignias de la Casa Real, acompañado en el banco de la capilla mayor por munícipes e hidalgos, y tratándose de soberanos una salva de artillería; siempre con misa con oración fúnebre.

Distinto cariz son las rogativas y oraciones que se aplicaban cuando la reina estaba en su noveno mes de embarazo (el quinto en 1771) o cuando daba a luz. En 1733 por el natalicio se dispone «se haga foliones, máscaras, juegos de sortija y corridas de gansos y corderos». A su lado, menos frecuentes, las bodas reales, como la del príncipe de Asturias Carlos con su sobrina María Luisa de Parma (1765).

Fuegos y comedias

Lo más brillante eran las proclamaciones de nuevos monarcas. Con Fernando VI (1746) hubo «fuegos, comedias, paseo, precedido de una loa a S. M.». La mejor conocida es la de Carlos IV (1788) que duró tres días; hubo misa cantada con procesión encabezada por el prior de la colegiata con sobrepelliz; paseo a caballo, cuando se «tiró al público porción de moneda»; tres refrigerios en la casa consistorial para munícipes y gentes «de carácter», uno sufragado por Marcó del Pont; 50 soldados de guardia (pagados) y la artillería de la plaza hizo sus saludos; iluminación de edificios oficiales y fuegos artificiales (prohibidos, se les absolvió), junto a un árbol de seis caras con colores de fuego y alumbrado de la fachada del edificio municipal con un castillo «significativo de las cuatro partes del mundo»; los gremios, con sus trajes típicos, teatralizaron la batalla de Clavijo y la victoria de David sobre Goliat, formaron un hermoso jardín y un chafariz de agua; lo más espectacular debió ser la batalla naval de 7 a 1 de la mañana, incendiándose un brulote contra la armada enemiga. Excelentes festejos, sin duda.

¿A cuánto ascendía el costo de estas celebraciones? Las más completas andaban por los 300-650 reales, en su mayoría de los fuegos que se traían a Pontevedra. No era cantidad despreciable para el siempre flaco erario municipal. Los períodos absolutistas del reinado de Fernando VII fueron pródigos en manifestaciones de servilismo atroz, sobre todo poco después de retornar al trono como autócrata. En 1815 y en 1826 se conmemoró el día del santo del monarca, con la habitual misa solemne, pero ahora en el convento de San Francisco de O Berbés, e iluminación de las casas consistoriales y con asistencia de las autoridades militares.

Por lo curioso y fuera de lo común reseñamos que en junio de 1790 se hiciesen preces por la salud del «primer ministro» conde de Floridablanca, quien había sufrido un atentado, al final sin consecuencias, quien dio las gracias por carta. Además de lo habitual, se aumentaron las velas que iluminaban al Cristo de la Victoria.

Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses