Un edificio de Karpin a medio construir se convierte en basurero

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

ALBA PEREZ

Una decena de okupas residen en condiciones infrahumanas en la estructura de hormigón del Casco Vello

02 ago 2016 . Actualizado a las 19:56 h.

Una decena de indigentes viven en unas condiciones infrahumanas en un edificio de tres plantas que se quedó a medio construir en el centro de Vigo. Allí han construido sus campamentos de forma improvisada utilizando cartones, plásticos, planchas de madera o sábanas.

Toneladas de basura se acumulan en el interior de esta estructura de ladrillos y hormigón situada detrás de la iglesia de San Francisco. El olor a orines y excrementos predomina en las plantas inferiores de este inmueble al que se accede a través de una verja que se encuentra semiabierta en un acceso de la calle Santa Marta. Los indigentes que lo han okupado llevan años haciendo sus necesidades dentro con una absoluta falta de higiene. El área está invadida por desperdicios de todo tipo, como bolsas de basura, botellas, cartones de vino, ropa, colchones, muebles viejos y chatarra.

El inmueble forma parte del ámbito del Barrio do Cura, los terrenos y edificaciones comprados por Valery Karpin, proyecto urbanístico del Casco Vello que aún no se ha llevado a cabo. La promotora entró en quiebra y el deportista se encuentra en paradero desconocido. Las obras del inmueble, que inició otro promotor, quedaron paralizadas después de que el exfutbolista del Celta se hiciera con la propiedad.

La falta de higiene preocupa a los vecinos que residen en las viviendas del entorno, que temen que cualquier día se produzca una desgracia.

«Hay sitios donde se está bastante peor»

Los okupas del edificio de la promotora de Valery Karpin que se encuentra a medio construir detrás de la iglesia de San Francisco lo utilizan como refugio donde poder pincharse sin que nadie les vea y habitualmente para ir a dormir. Ayer al mediodía tan solo una persona seguía acostada sobre un colchón y tapada con unas mantas mugrientas. Unas cortinas cierran un pequeño recinto que le separa del resto de los okupas y le otorga cierta intimidad. Junto a su lecho, tiene una mesa con un cenicero lleno de colillas, papeles y alguna pieza de fruta. «Hay sitios donde se está bastante peor», manifestaba este hombre, ya de avanzada edad, que no quiso revelar su identidad «porque soy una persona muy conocida y mi profesión no me lo permite». Reconoce que lleva dos años viviendo en este lugar, porque rehúsa ir a los albergues, donde al cabo de diez días tiene que marcharse. «Dentro de lo que cabe, tampoco se está mal del todo, aquí haces tu vida; hoy comes marisco y mañana no tienes nada que llevarte a la boca, pero tampoco pasa nada por ello, vas trampeando como puedes», manifestaba ayer. Hacía horas que sus compañeros habían salido a la calle. La mayoría, para buscarse la vida practicando la mendicidad.

Hasta ahora el proyecto de Valery Karpin solo ha servido para dar un cobijo inestable a las personas más marginadas de la ciudad en pleno centro.