Múltiples trabajos
Fue telefonista en Moaña, donde su padre llegó a ser alcalde, trabajador del puerto, del Ayuntamiento, en los juzgados o en la oficina de racionamiento, todo seguido hasta que tomó la estela de un tío y decidió embarcarse para conocer aquel paraíso de Uruguay del que le hablaba. Se fue para un año y estuvo 43. Se presentó a unas pruebas a la Ford de Montevideo, quedó de primero y entró. «Yo era el galleguiño de turno, se reían de mi y mis 18 años, pero trabajé fuerte, mucho por las noches y llegué a gerente». El éxito del emigrado con buen sueldo, coche, casa y casa de veraneo le hizo querer ir a más. Y se dedicó a reflotar empresas arruinadas. Una de ellas, una armadora cuyo dueño y los aviones que le buscaron desaparecieron en el Triángulo de las Bermudas. Ante la cara de sorpresa o escepticismo, José Piñeiro dobla la apuesta: «Yo vi un ovni en Uruguay y el círculo quemado que dejó otro al posarse. No sé por qué se callan estas cosas», contraataca con suma elegancia.
La aventura de la emigración concluyó cuando su hija encontró a la que sería su pareja en una estancia en Galicia. Los padres vinieron detrás y Piñeiro siguió en Vigo con su vena empresarial que le llevaría a ser representante de cotizadas marcas de automóviles. Esa mano para la organización es la que sigue marcando su actividad, los encuentros que monta para los mayores y en los que les gusta cerrar con un discurso que él mismo escribe en el ordenador. «No tengo nada, tengo todo lo que necesito» o «hay mucha gente pobre que lo único que tiene es dinero», son algunas perlas con las que trufa sus alocuciones, en las que lo que trasciende siempre son los mensajes con los que trata de espolear a los mayores para que ni se rindan ni bajen los brazos. Y a la gente de mediana edad les advierte que «se envejece muy deprisa», tanto que José Piñeiro ya ve a dicho grupo de edad como mayores en potencia y por eso les pide que ahora que tienen fuerzas deben de, cada uno en su parcela de decisión, hacer lo posible por hacer cómoda la vejez. «Les va a tocar y entonces no podrán hacer nada por cambiarlo. ¡Pero ojo!, los mayores somos la solución, no un problema», dice al despedirse.