Rayo y Relámpago escaparon del fuego en Vigo, pero los vecinos temen quedar atrapados

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

El incendio de un establo enciende las quejas por fincas sin limpiar

17 sep 2025 . Actualizado a las 01:12 h.

El incendio declarado este sábado en un establo de la avenida Ricardo Mella no solo redujo a cenizas toneladas de paja, un remolque de tráiler y parte de las instalaciones ganaderas. También encendió de nuevo la preocupación de los vecinos del Camiño Moláns, que viven pared con pared con una finca en estado de completo abandono y temen que un día las llamas acaben alcanzando sus propias casas. El fuego comenzó en torno a las 14.30 horas, según informó el 112 Galicia, tras ser alertado por un particular. Hasta el lugar se desplazaron los Bomberos de Vigo, la Policía Nacional y los voluntarios de Protección Civil. Una pala excavadora removió la paja calcinada para asegurar que no quedasen rescoldos activos.

El propietario del establo explica que todo se desencadenó de manera fulminante: «Cuando me di cuenta, ya era un infierno». Cree que pudo haberse producido un cortocircuito, ya que en ese momento trabajaba con una radial. «En un minuto no quedó nada. Lo que ardió fue todo paja», recuerda. Dentro había tres caballos, entre ellos Rayo y Relámpago, dos ejemplares fiordos de veinte años. Consiguió abrir las puertas a tiempo para que escaparan. «Pudieron ponerse a salvo, de lo contrario hubiera sido una tragedia».

El balance de daños no es menor: el incendio devoró un remolque «como nuevo» que esperaba a ser acoplado a una cabeza tractora, lo dejó completamente inservible y arrasó con alpacones valorados en unos 5.000 euros, destinados a la alimentación de los animales.

M.MORALEJO

Pero lo que más inquieta a los vecinos no es lo perdido en el establo, sino lo que podría haber pasado. Una finca cercana, abandonada desde hace años, es un hervidero de maleza que crece sin control y oculta entre su espesura restos de antiguas construcciones, maderas y objetos de desecho. Desde la carretera apenas se aprecia, pero al acercarse la imagen es la de una selva en miniatura: muros de ladrillo a medio caer, puertas desvencijadas, escombros cubiertos de hiedra y un manto de vegetación que invade cada rincón. Entre los arbustos asoman hierros oxidados, un viejo depósito y restos de mobiliario.

«Hay ratas, gatos, insectos, está todo hecho una porquería», se quejan los residentes del Camiño Moláns, que aseguran que conviven con plagas y malos olores desde hace años. Una vecina relata que la maleza se cierne sobre su vivienda y que, al abrir la ventana, los mosquitos se cuelan en el interior y la pican. «Llevamos años reclamando el cuidado de la finca porque nos preocupa nuestra seguridad», subraya.

Otra vecina incide en el carácter insalubre de la parcela. Recuerda que allí malvivió durante décadas un vecino del barrio en condiciones deplorables, hasta que falleció hace tres años, pero lamenta que «el problema continúa porque la finca sigue en muy mal estado».

Ese vecino que habitó la finca durante más de dos décadas vivía en una chabola sin luz ni agua corriente, en condiciones deplorables. Generó numerosas quejas vecinales porque acumulaba restos orgánicos, provocando malos olores, y porque solía quemar plásticos en un barril, con el consiguiente riesgo de incendio.

Los vecinos presentaron denuncias ante el Concello, la Policía Nacional y el Seprona, alertando tanto de la insalubridad como del peligro que suponía para la seguridad. Incluso intentaron incapacitarlo judicialmente para que recibiese tratamiento en un centro especializado y pudiese llevar una vida digna, aunque el juez desestimó la petición al considerar que su comportamiento respondía a rasgos de su personalidad.

El incendio, que se quedó a apenas veinte metros de las casas, hizo revivir todos esos temores. «Si el viento llega a soplar hacia nuestra dirección hubiera prendido el fuego», advierten. Su conclusión es clara: «Esto parece una selva amazónica».

Los afectados reclaman al Concello que intervenga. Piden que se acometa una limpieza inmediata o, en su defecto, que se obligue a los nuevos herederos de la finca a hacerlo. «Queremos vivir tranquilos, sin miedo a que un incendio como el ocurrido el sábado pasado arrase nuestras casas», afirma una residente.