La Audiencia descarta romper la custodia compartida porque las dos hijas adoran a sus progenitores. Los magistrados elogian la madurez de las pequeñas
22 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El padre y la madre, divorciados, se llevan como el perro y el gato pero sus dos hijas, de 8 y 10 años, los adoran, hasta el punto de que la Audiencia en Vigo se ha quedado impresionada por la «madurez» de ambas pequeñas. El padre ha registrado a su exmujer en el móvil con el apodo de Chipirón, no las deja hablar con ella el día de su cumpleaños ni en Navidad ni permite que la madre las vaya a ver entrenar en la hípica. Ella, por su parte, se metió en juicios para quedarse con la custodia en exclusiva porque acusa a su excónyuge de no acudir a las sesiones de terapia y le obliga a intercambiar la ropa de las niñas en una gasolinera.
Las dos pequeñas han encontrado una solución para lidiar con sus padres y que estos sigan cuidándolas en turnos de una semana: «Ellos se llevan mal por lo que es preferible que no se vean para pasar un mal trago pero los aceptamos con sus peculiaridades».
El tribunal ha escuchado a las niñas y mantendrá la custodia compartida como «un mal menor». No obstante, les da un tirón de orejas a los padres para que dejen atrás sus diferencias personal y les aconseja que restablezcan los canales para respetarse mínimamente y busquen asesoramiento en el Gabinete de Orientación Familiar de la Xunta.
La madre pidió la custodia exclusiva para ella y que el juez le atribuyese la vivienda familiar, que estaba ocupada por el padre y sus dos hijas, de 8 y 10 años. Actualmente, los padres se turnaban semanalmente para cuidar a las niñas, que vivían en el domicilio conyugal.
La madre indicaba que el otro progenitor era inflexible e influía mucho en las declaraciones que hicieron las niñas en el equipo psicosocial. El juzgado comprobó que ambos progenitores tenían una «pésima relación», a pesar de comprometerse a seguir terapia para mejorar el trato entre ellos. Aún así, la influencia perjudicial del padre no era suficientemente grave como para quitarle la custodia y apartarlo de las niñas.
El equipo psicosocial y el juzgado de familia veían muy «drástico» que el hombre abandonase la casa donde las menores vivían. Añadían que el «conflicto de lealtades» percibido en las niñas era extremo. El tribunal enumeraba todos los desencuentros entre los padres que llegaban a hacer el intercambio de ropa de las niñas en las gasolineras. El Juzgado de Primera Instancia número 15 de Vigo (familia) dictaminó en el 2023 que «se llega a la difícil conclusión de que el bien - o mejor dicho, lo menos malo para las pequeñas-, es mantener la situación existente». Por ello, el juez de familia mantuvo la custodia.
La madre apeló a Sexta Sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo, porque, además de la custodia compartida, quería que las niñas percibiesen una pensión de 600 euros porque su expareja gana más.
Acusó al padre de no involucrarse en la terapia, el cual tenía una «inhabilidad» para ejercer la custodia y había «mediatizado» a las menores en el conflicto para ponerlas de su lado y contra la madre. El hecho de que la apode Chipirón lo ve como una burla.
La Audiencia considera que la relación personal entre los padres es «desagradable» pero no hostil y no perjudica los intereses de las menores, ya que cada uno piensa en el bien de ellas a su manera. La Audiencia reconoce que las niñas son «maduras para su edad» porque han desplegado sus estrategias para evitar que sus padres se disgusten, pues les tienen un «estrecho apego» y «aunque se llevan mal les aceptan con sus peculiaridades».
El tribunal anima a los padres a crear una atmósfera más amable.