Un nuevo embalse en el río Oitavén tendría impacto en la ría

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

M.MORALEJO

En caso de sequía no habría excedente de agua suficiente para su ecosistema

10 may 2022 . Actualizado a las 00:45 h.

Se cumplieron las peores previsiones para nuestra naturaleza y, a pesar de la unanimidad de la oposición municipal, los colectivos ecologistas y vecinos representados por Avibe, la mayoría del gobierno local rechazó proteger los ríos Eifonso y Barxa. Seguiremos insistiendo pero hoy queremos señalar que si nuestro equipo de gobierno no muestra interés por conservar nuestros ríos poco podíamos esperar de su respeto hacia ríos ajenos.

El informe sobre alternativas para el abastecimiento de agua a Vigo contempla la construcción de un nuevo embalse en el río Oitavén, aunque por las declaraciones escuchadas cuesta interpretar si el estudio se limita a analizar las opciones sin recomendar ninguna, que sería decisión política, o bien recomienda las tres: los dos trasvases Verdugo ? Oitavén y Miño y un nuevo embalse en Forzáns, Ponte Caldelas. Esta nueva presa tendría una capacidad de 7,4 hectómetros cúbicos (el triple que Zamáns y un tercio de Eiras). El problema es que el Oitavén y sus afluentes principales (Xesta y Barragán) no tienen excedente de agua suficiente y, menos en caso de sequía, para abastecer esa presa sin poner en serio riesgo sus ecosistemas acuáticos y terrestres asociados, su biodiversidad y su caudal ecológico ya muy castigado por la presa de Eiras.

El impacto llegaría hasta la ría, amenazando el delicado equilibrio que depende del aporte de agua dulce para equilibrar la salinidad especialmente en verano. Los concellos del Oitavén (A Lama, Fornelos, Ponte Caldelas y Soutomaior) que ya se manifestaron contra del trasvase en el 2017 empiezan a movilizarse contra el proyecto de un nuevo embalse, como ya están haciendo los colectivos ecologistas. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿es necesaria una nueva presa para el abastecimiento de agua a Vigo?

Las alternativas planteadas coinciden en ser medidas de principio de tubería para almacenar más agua. El problema es olvidar lo que sucede a continuación. El agua equivalente a la que podría almacenar la nueva presa de Forzáns se pierde en las redes de distribución que rondan entre un 20 y 30 % de perdidas según diversos estudios. Dicho de otra forma: reparando y renovando toda la red _en la que aún existen tuberías del tóxico fibrocemento_ sería innecesaria esa presa.

Otra cantidad equivalente se pierde en baldeos innecesarios (medio millón de litros diarios), sistemas de riego ineficientes y a deshoras, fuentes y cascadas ornamentales, proyectos de parques acuáticos e incluso en pretender crear un río artificial. También perdemos una cantidad de agua equivalente al nuevo embalse con un sistema de tarifas que a pesar de haberse modificado por imperativo legal continúa, con un aumento de tasas fijas de un 256 % incentivando el derroche. Otro equivalente a esa nueva presa está actualmente sepultado en el fondo de Eiras y Zamáns que tras treinta años sin dragar los áridos y lodos sedimentados por la erosión han perdido aproximadamente un 25 % de su capacidad de almacenamiento. Además de económicamente injustificable y ecológicamente irresponsable es inmoral pretender añadir un nuevo atentado al castigado río Oitavén para que podamos seguir despilfarrando el equivalente a cuatro veces ese embalse.

Suponemos que esta reflexión, coincidente con el capítulo 6 de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas sobre sostenibilidad y uso eficiente del agua se entenderá por parte del concello como «los antivigo quieren dejar sin agua a la ciudad». En realidad es un problema conceptual: pretendemos mitigar la emergencia climática (la sequía es una de sus manifestaciones) como si no fuera a alterar nuestras vidas, buscando soluciones para seguir viviendo igual y haciendo lo mismo.

El problema es que biofísicamente es imposible, y cuanto más tiempo sigamos persiguiendo ese espejismo más tardaremos en asumir que tenemos que cambiar, decrecer, consumir menos agua y conservar como una prioridad vital los ecosistemas que nos salvarán de las consecuencias catastróficas de la emergencia climática que empiezan a llamar a la puerta.