La guinda a una carrera que ya apunta a París

Míriam V. F. VIGO / LA VOZ

VIGO

Mikael Helsing

El tudense Gustavo Rodríguez logró la plata en Tokio como guía de Héctor Catalá

08 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Gustavo Rodríguez (Tui, 1979) califica la plata conquistada en los Juegos Paralímpicos de Tokio como guía de Héctor Catalá en triatlón como la «guinda» a su carrera. Pero eso no significa que haya llegado al final, sino todo lo contrario. Este metal multiplica sus ganas de seguir y, ya antes de la pregunta obligada sobre la próxima cita paralímpica, él mismo lo suelta: «En el podio empiezas a sentir que has conseguido un hito que va a quedar marcado en tu carrera. Y eso te anima a seguir hasta París».

Cuenta que Catalá y él ya han comenzado a hablar del tema y es «casi seguro» que continuarán juntos el camino que emprendieron hace tres años, ahora con la vista en el 2024. Pero no a toda costa, porque Gustavo tiene claro que el primero en dar un paso atrás si en algún momento ve que puede ser un lastre para su compañero es él. «Pasan los años y por ahora, el motor responde. Pero cuando no lo haga, el primero en bajarme del barco seré yo. Héctor es joven, tiene mucho margen de progresión y no consentiría ser yo quien le lastre», aclara. El hecho de que este ciclo sea de tres años y no de cuatro funciona también como aliciente.

Pero de momento, el que fue ciclista profesional sigue saboreando lo conseguido. ¿Qué lugar ocupa en su palmarés? «Uno muy especial, es un regalo, la guinda a toda una trayectoria», dice. Lo pone a la altura de importantes logros personales como dar el salto al profesionalismo como ciclista, haber luchado por el segundo puesto de la Vuelta con Ezequiel Mosquera o su victoria en el ránking mundial de larga distancia. «Son hitos que fueron en escalada y este es el último y más importante. Solo nos queda el oro en París, pero con esto me ya me doy por satisfecho. ¡Dónde va ya que me daba por satisfecho con lo que había conseguido!», cuenta.

Porque Gustavo confiesa que estar en unos Juegos no era para él ni un sueño antes de que Catalá le propusiera emprender esa aventura. «Pensaba que no estaba a mi alcance», admite. Para ello ha tenido que hacer renuncias, pero ha valido la pena. «La apuesta supuso reducir el calendario de triatlón individual y los patrocinios para luchar por esta medalla», detalla. Los nervios y la presión que afrontaban están relacionados con eso. «Además de ser un objetivo importante a nivel emocional, que lo es, también a nivel económico. Dependemos de las becas ADO, que van a todo o nada en función de los resultados de mundiales y juegos», recuerda.

Aunque ellos no firmaban «nada» antes de ir, la plata tiene un valor incalculable. «Nos sentimos satisfechos y recompensados. Nos deja sabor de victoria, de logro conseguido», indica. Añade que, aunque en ocasiones habían superado a la pareja americana, que fue oro, esta fue «justa vencedora» en Tokio.

«No son pobrecitos ni ejemplos de superación, son deportistas de élite»

Desde su experiencia, Gustavo Rodríguez reivindica que no siempre se da la visión correcta de los deportistas paralímpicos. «No es deporte de dar pena. Se les pone como imagen de superación, de ‘pobrecitos, mira cómo andan en bici’. Y nada de eso, son deportistas de élite, profesionales como la copa de un pino», subraya.

En ese sentido, explica que la competición al lado de Héctor es muy exigente también para él. Forman un equipo y cada uno tiene su rol en cada segmento. «Los guías no solo acompañamos, sino que sumamos. El protagonismo, evidentemente, es de Héctor, pero si los guías no fuéramos deportistas de élite, sería imposible estar peleando de tú a tú», señala. Y lo compara con las piraguas. «Yo que soy de Tui, de río, siempre digo que es como un K2, que tienen que remar el de delante y el de detrás y que, si un eslabón falla, el rendimiento se resiente», compara.

En su caso, cuenta que Catalá le exige nadar a su mejor nivel, ya que ambos están prácticamente a la par. «Luego, en la bici, sumamos esfuerzos y todo lo que yo aporte son vatios que metemos, tiempo que podemos recortar», añade. En la carrera a pie tiene «más margen» y le toca «regularlo cuando va fuerte y animarle cuando va muerto».