Desconocemos cuál fue el primer cormorán que decidió quedarse a pasar la noche en ese lugar, posado en la rama de un pino, y cuál pudo ser el motivo. Piensen que la cosa no es tan sencilla como parece. Nuestros primos son aves palmípedas y sus patas, muy eficientes para nadar y bucear, son en cambio un mal diseño para posarse en una rama, por eso buscan una superficie plana como posadero. El caso es que nuestro pionero equilibrista se asentó allí y, poco a poco, ese islote acabó convertido en un muy notable dormidero para al menos un par de docenas de cormoranes, que teniendo en cuenta el grave declive de sus poblaciones, es un número muy estimable.
No conocemos ningún caso similar en nuestro entorno, por lo que lo de este islote bien podría ser digno de estudio. Cuando hablamos de especies protegidas y amenazadas siempre cuidamos mucho no aportar nunca datos concretos de su ubicación, pero, en este caso, lo inaccesible de ese dormidero en altura (y su vigilancia constante por parte del vecindario de Arcade) nos permite la excepción. Volviendo a las pajareras de Doñana, actualmente existe un problema de conservación: la nidificación masiva de las aves está provocando daños severos en los alcornoques, y ambas especies son vitales para el ecosistema. También los cormoranes afectan a los pinos (y alguna queja hemos escuchado sobre eso) pero pensemos que en este caso algo juega a favor de los cormoranes en el balance ecológico: un islote artificial con una vegetación arbórea de pinos y eucaliptos, también repoblados artificialmente, es una afección ambientalmente aceptable frente a los beneficios de este refugio para una especie en situación tan vulnerable.