Un día mundial del medio ambiente con pocos avances

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

MONICA IRAGO

Casi medio siglo tras la cumbre de Estocolmo no tranquiliza que las medidas urgentes sigan sin aplicarse

09 jun 2020 . Actualizado a las 00:36 h.

Pues hoy serviría para Vigo, como para cualquier otro sitio de cualquier país. La crisis derivada de la degradación ambiental ya es un problema global que afecta a todos los niveles y todas las esferas de la existencia. Los indicadores científicos coinciden en que más allá de cualquier duda razonable la pérdida de biodiversidad, incluyendo diversidad genética, la extinción masiva de especies, destrucción de los ecosistemas, la contaminación, la sobreexplotación de los recursos naturales están poniendo en riesgo los procesos ecológicos esenciales (clima, por ejemplo) que garantizan la continuidad de la vida en nuestro planeta.

Nuestra especie no es ajena a los efectos de esta crisis que se traduce en incremento de la pobreza, desigualdades, falta de equidad y justicia social y suponen afecciones directas a la salud que se traducen en un aumento exponencial de la mortalidad, especialmente de la infancia y los grupos sociales más vulnerables con especial incidencia en los países y zonas empobrecidas. Es prioritario y extremadamente urgente que a todos los niveles, global, nacional, local e individual se adopten acciones decididas para mitigar y revertir esta crisis ambiental que significa la mayor amenaza a la que nos hemos enfrentado desde que habitamos este planeta y pone en riesgo la continuidad de la vida como la conocemos ¿Verdad que les suena?

Es solo un resumen de lo que se dijo el día mundial del medio ambiente, pero no el pasado viernes, sino en Estocolmo el 5 de junio de 1972. Por la fecha de inauguración de aquella cumbre mundial celebramos el día del medio ambiente cada 5 de junio.

No es tranquilizador que 48 años después la defensa y la mejora del medio ambiente para las generaciones presentes y futuras siga constituyendo un objetivo urgente de la humanidad y que no solo siga vigente lo que se dijo sino que los indicadores no dejan de empeorar mientras las medidas (consideradas urgentes hace 48 años) se siguen sin aplicar.

Quizás nuestra percepción sea que nada cambió sustancialmente en estos años y que aquellos anuncios no fueron para tanto. Es un problema porque la percepción condiciona la forma en la que vemos la realidad. No se considera un problema lo que no se percibe como un problema. Permitan que lo ilustremos con un ejemplo: Ante un incendio no necesitamos convencer a nadie de la necesidad de apagarlo urgentemente, especialmente si nuestra vida y nuestra casa están en riesgo.

Cambiar la política forestal, luchar contra el abandono rural, la ordenación del territorio, apostar por la multifuncionalidad y sustentabilidad del bosque y recuperar la ganadería extensiva y la agroecología, es decir, empezar a apagar hoy los incendios que se van a producir dentro de treinta años, nos cuesta un poco más. Y así nos encontramos con una depredación de los recursos naturales que arrasó las reservas naturales, en las que su biodiversidad se mantenía al margen del contacto directo con nuestra especie.

Esa suicida pérdida de biodiversidad facilitó el salto de un coronavirus desde una especie silvestre a un humano, y así empezó (la siguiente está por llegar) una pandemia que afectó especialmente a nuestro sistema respiratorio, ya dañado en las áreas urbanas por una contaminación del aire consecuencia directa de una contaminación atmosférica responsable del cambio climático que tiene especial incidencia en los países empobrecidos en los que vertiginosamente se destruye la biodiversidad por parte de los países enriquecidos. Y así cerramos el círculo. Lo sabemos desde hace casi medio siglo.

Los instrumentos sociales (conocidos popularmente como Educación Ambiental) constituyen una herramienta fundamental para conseguir salvarnos y salvarlo todo. Esto se dijo un 26 de octubre, en Tiblisi (Georgia) en la primera cumbre mundial sobre Educación Ambiental. Era el año 1977.

Quizás 43 años después nos la podríamos empezar a tomar en serio, y empezar a desarrollar, de verdad, el potencial de la Educación Ambiental como una herramienta transversal de gestión, imprescindible para conseguir ese objetivo y dejar de considerarla la guinda del pastel en muchos casos.

Inasequibles al desaliento lo llevamos y reivindicando los educadores y educadoras ambientales todos estos años.