Augusta, la corbeta prusiana en Vigo

VIGO

cedida

En enero de 1871, el barco provocó un incidente y un bloqueo naval francés que revolucionó la ciudad

29 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Vigo fue un nido de espías tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial. Aquí enredó Mata Hari y aquí hubo una activa base de submarinos U-boot durante las dos contiendas. También recaló aquí el crucero Aurora con la Guerra Ruso-Japonesa, que terminaría siendo la espoleta de la Revolución Soviética. Pero mucho antes de eso, aún en el siglo XIX, la ciudad fue protagonista en otra guerra europea, un anticipo de las conflagraciones del siglo siguiente: la Guerra Franco-Prusiana. Y un episodio en las calles viguesas a caballo entre 1870 y 1871 llegó a provocar una crisis internacional.

Todo empezó el 27 de diciembre de 1870, cuando hacía su entrada en la ría una corbeta de vapor: la prusiana Augusta, con sus diez cañones y sus 248 tripulantes. Su intención era carbonear, aprovechando la neutralidad española. Y la marinería enseguida se hizo popular por las calles de Vigo, donde descansaron varias semanas, en parte obligados porque, más allá de las islas Cíes, patrullaban los buques franceses.

La Guerra Franco-Prusiana se había desatado medio año antes cuando el autoproclamado emperador Napoleón III quiso anexionar Luxemburgo a Francia. En Prusia, el canciller Otto Von Bismarck no toleró la afrenta y declaró la guerra. El resultado final sería la humillación completa de Francia, con París asediada por los prusianos. También, la caída del Segundo Imperio y del petulante Napoleón III, para dar paso a la III República Francesa, que duraría hasta la ocupación alemana en 1940. Y, como consecuencia final, aquella pequeña guerra, que duró menos de un año, terminaría con la creación del Imperio Alemán, al unificarse Prusia con los poderosos estados del sur, Baviera incluida. Muchas noticias para Europa en muy poco tiempo.

Pero, cuando la corbeta Augusta entra en la ría de Vigo aquel diciembre, pocos intuyen el cambio geopolítico que está a punto de suceder. Están en guerra y su único objetivo es permanecer en la ría para no verse acosados por la flota francesa.

Sin embargo, tres semanas más tarde, el 14 de enero de 1871, entra en la ría la fragata francesa Honorine. Es un buque mucho más grande que el Augusta. Tiene 15 cañones y una tripulación de 580 hombres. Marineros de uno y otro barco, enemigos declarados, coinciden por las calles y tabernas de Vigo. Y la situación se hace insostenible, con continuos altercados y provocaciones.

El 23 de enero, el Gobierno español ordena que venga a Vigo el buque de guerra español Fernando el Católico, para mantener la paz. Pero ese mismo día hacen su aparición otros dos buques franceses: la fragata Valeureuse y la goleta Klever. La tensión es tan enorme que se tiene que desplazar a la ciudad el capitán general de Galicia para intentar mantener el orden.

El Augusta prusiano es un buque con una historia curiosa. Porque, en realidad, había sido construido en Francia. Fue un encargo secreto en 1860 de los Estados Confederados de América a unos astilleros de Burdeos. Para disimular ante sus aliados Federados, los franceses dijeron que habían sido encargados por Japón. De hecho, le pusieron un nombre japonés: Yeddo. Pero en realidad iba a llamarse Mississipi. Cuando se descubrió el engaño, Napoleón III no tuvo otra opción que disimular y terminar por vender el barco a los prusianos, quienes precisamente serían sus enemigos solo una década más tarde.

Aquellas semanas en Vigo, la tripulación del Augusta provocaba en los bares a la de los franceses Honorine, Valeureuse y Klever. Y, de cuando en cuando, amagaban con prepararse para zarpar, lo que provocaba la alerta del enemigo, que hacía lo mismo. Aquel juego del gato y el ratón era vigilado por el buque de guerra español Fernando El Católico, mientras los vigueses temían que se desatase una batalla naval en plena ría.

Finalmente, pasaron las semanas y el 30 de enero de 1871 se firmaba la Paz de Versalles, que ponía fin a la guerra. La humillación de Francia era completa, porque además de lo dicho también incluyó ceder a Alemania los territorios de Alsacia y Lorena, lo que explica que en Estrasburgo aún se hable un dialecto alemán. Aquello sembró también los rencores abominables que luego se verían en las guerras mundiales y sus humillantes rendiciones firmadas en un vagón de tren.

Pero la corbeta Augusta fue ajena a todo esto. Dejando plantados en Vigo a los tres buques de guerra franceses, victoriosa y alegre a toda máquina, humeando hacia las islas Cíes, nos dejó el 1 de febrero de 1871, tras unas semanas de tensión bélica que pudieron desembocar en tragedia.