Pereiró

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO

11 oct 2019 . Actualizado a las 10:44 h.

Tradicionalmente, Pereiró era un lugar al que ningún vigués tenía prisa en ir. Siempre hay tiempo para instalarse en nuestro gran cementerio municipal. Ya no gusta acudir de visita, mucho menos como residente. Pero la tendencia se invierte cada vez que el Concello convoca las visitas teatralizadas al camposanto. Porque esta semana hubo colas para reservar entradas en la oficina de turismo de As Avenidas.

La gente quiere ver los espectaculares mausoleos de la sardinocracia. Contemplar el monumento a los repatriados de Cuba. O emocionarse con la estremecedora escultura que el fotógrafo José Gil dedicó a su hija, fallecida a temprana edad.

Todo el conjunto es una pequeña obra de arte, diseñada por el arquitecto Jenaro de la Fuente en 1898. Y el paseo nos habla del despegue popular y económico de Vigo a lo largo del siglo XX. En los magníficos edificios funerarios repasamos la historia de las familias que prosperaron junto a su ciudad.

Además, Pereiró cuenta con otros dos puntos de interés estremecedores. De una parte, el propio muro del cementerio, donde en 1936 fueron fusilados varios políticos socialistas, entre ellos el alcalde de Vigo, Emilio Martínez Garrido. De la memoria de aquellos asesinatos queda una placa conmemorativa.

De otra parte, en el cementerio civil están las tumbas de los nazis que campaban por la ciudad en aquella época, como Friedrich Wilhelm Cloos, que explotaba minas de wolframio y agasajaba a sus amistades con ejemplares de Mein Kampf. O el temible Richard Kindling, jefe del partido nazi en la ciudad y de la sección local de las Juventudes Hitlerianas.