La tradescantia puebla parques y el ecosistema local no puede con ella
11 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Nuestra protagonista no necesita presentación, al menos la conocemos de vista, quizás solamente ponerle nombre. La vemos en todos los parques urbanos de Vigo, en los montes de los alrededores, en cualquier solar asilvestrado del centro. Es imposible no encontrársela vayamos por donde vayamos porque en mayor o menor grado ha conquistado toda la ciudad, aunque su ubicuidad no la haga siempre muy visible porque la oreja de gato (Tradescantia fluminensis), que así se llama, es una planta muy discreta en sus primeras fases de expansión hasta que se extiende y entonces ya prácticamente no deja ver otra cosa.
Es una planta rastrera, con pequeñas flores blancas poco llamativas. Además de las correspondientes semillas se propaga también por la facilidad de enraizamiento de sus tallos. Un trocito mínimo, de apenas medio centímetro, es suficiente para que donde caiga nazca una nueva planta y así sucesivamente. Con esa capacidad de dispersión no resulta extraño que actualmente existan más matas de tradescantia en Vigo que carteles de Alcaldía.
Hasta aquí, aparentemente nada, de objetar. Es bonita y forma praderas verdes de aspecto muy agradable. ¿Dónde está el problema? Si la vemos de cerca quizás un detalle nos llame la atención: no veremos ninguna de sus hojas mordisqueada por algún bichito. Esa pista resulta muy reveladora y haría saltar las alarmas de un CSI botánico. En efecto es una planta exótica e invasora. Procedente originalmente de Brasil y Argentina (el primer dato de su presencia en Galicia está registrado en Tui en el año 1949) se utilizó durante mucho tiempo en jardinería por su capacidad para tapizar el suelo formando bonitas y tupidas praderas, pero ya se sabe que confundir libertad con libertinaje es un riego frecuente y nuestra amiga encontró en el litoral de la Rías Baixas las condiciones ideales de suelos, humedad y temperatura para salir del tiesto, y vaya si lo hizo.
En muy poco tiempo colonizó grandes extensiones formando enormes alfombras que, consecuentemente, desplazaron as las especies autóctonas. Y es que ese es el factor clave que confiere a una especie exótica el carácter de invasora. Al ser originarias de otros ecosistemas y de otros continentes no tienen aquí ningún mecanismo de control biológico que impida su expansión, y al carecer de enemigos naturales que limiten su expansión, porque además sus hojas segregan flavonoides que repelen a los insectos (esa es la explicación de que sus hojas no aparezcan mordisqueadas) encuentran camino despejado para invadir alegremente y no es casualidad que sus mayores concentraciones se encuentren precisamente en los entornos urbanos y periurbanos, por aquello de su introducción para jardinería.
Una vez que el asunto se desmadró, y tarde, como suele suceder, empezaron a tomarse medidas para solucionar un problema ecológico que ya estaba fuera de control. La primera y más evidente por simple lógica consistió en no aumentar el problema, por lo que actualmente la tradescantia, que ya figura destacadamente en el catálogo nacional y gallego de especies invasoras, tiene prohibida su comercialización.
El paso siguiente, y ahí estamos, será erradicarla de las zonas que colonizó, y justamente nuestro entorno es el punto negro de Galicia en donde su presencia es más abundante.
Como todas las especies, en sus ecosistemas de origen, las tradescantias tienen sus correspondientes enemigos naturales, algunos muy específicos y especializados. Será cuestión de tiempo, como actualmente sucede con el goniopterus que se come los eucaliptos o el picudo rojo de las palmeras, que ese bichito, de forma accidental o no, aparezca por aquí, y esperemos entonces que no sea peor el remedio que la enfermedad, pues se encontrará un enorme restaurante a su disposición, pero nadie sabe lo que podría empezar a comerse cuando se quedase sin tradescantias.
Aprovechemos para recordar que, tras la destrucción de hábitats naturales, la mayor amenaza global para la biodiversidad es, justamente, la introducción de especies exóticas. Tengamos, por lo tanto, sentido común.