Un accidente en Galicia marcó el declive del «Quimicefa», el juguete que fue estrella en los años ochenta
21 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.Walter White es el nuevo mito popular de la Química. En su caso, aplicada a la maldad: la de la aclamada serie Breaking Bad, donde es un profesor que cocina y trafica con metanfetamina. Pero, en el siglo pasado, cuando el científico de ficción más popular era el profesor Bacterio, el mito de la Química para los niños era Quimicefa, el juguete para convertir el cuarto de juegos en un laboratorio.
Quimicefa fue lanzado en la década de los sesenta por la división de juguetes de Celulosa Fabril (CEFA), una empresa que hoy fabrica componentes para la automoción. En su momento, también producían el hulahoop. Y con su laboratorio entraba en competencia con Cheminova, que era el más popular hasta entonces. En los años setenta se unió al catálogo la marca Quimionova.
Pero el bum del Quimicefa llegó en los años ochenta. Muchos científicos de hoy lo son gracias a aquellos experimentos infantiles caseros. La caja traía productos químicos como el cloruro de amonio o el azufre en polvo, junto a tubos de ensayo o matraces. En lugar de un mechero Bunsen, llevaba un quemador que se alimentaba con alcohol.
La caja advertía: «Este juego no contiene productos peligrosos». Y, aunque hoy nos sorprenda, hay que recordar que, en aquella época, las droguerías vendían clorato potásico o azufre a los escolares sin demasiadas preguntas. Fabricar pólvora, para hacer petardos caseros, no era nada raro en los años ochenta.
Las instrucciones del Quimicefa, con sus «más de 35 experiencias químicas», alertaban de que los niños debían jugar siempre en presencia de sus padres. Pero es sabido que, desde Atapuerca, en todas las generaciones los chavales tienen tendencia al Breaking Bad, a la gamberrada, a hacerse malos.
Sin embargo, al margen de anécdotas que corrían de boca en boca, en 25 años de Quimicefa no se conocieron accidentes de gravedad.
Los dos primeros siniestros llegaron en los años noventa. En 1994, un niño de 13 años de Getxo (Vizcaya) sufrió quemaduras. «La pared de la habitación quedó completamente negra y las cortinas se quemaron», narró el chaval a los periódicos. En el proceso judicial, un peritaje independiente reveló algunos riesgos en el juguete por incluir «algunas sustancias peligrosas al mezclarse con otras contenidas en el juego». Entre ellas, mencionaba el bisulfato sódico «que, al mezclarse con metales (zinc, hierro), desprende hidrógeno inflamable». También, «las mezclas de nitrato potásico con reductores energéticos (zinc en polvo) que pueden dar lugar a reacciones violentas».
Sin embargo, el informe pericial dejó claro que «el riesgo que pueden presentar las mezclas puede considerarse bajo» y casi nulo si se jugaba bajo supervisión de los padres o tutores.
Al año siguiente, se produjo en Santiago de Compostela un accidente más grave. Dos niños de 11 y 8 años sufrieron terribles quemaduras cuando jugaban al inflamarse el mechero con el alcohol de quemar.
La Xunta de Fraga llegó a retirar el juego de la circulación, mientras se aclaraba el caso. La multinacional Toys?R?Us retiró el juguete de sus tiendas durante unos meses. Y la empresa que fabricaba el juego fue obligada a indemnizar a los menores. Para entonces, sin embargo, ya estaba en el mercado una nueva versión de Quimicefa, que es la que se vende actualmente, que está adaptada a los estándares del juguete europeo y que contiene productos inocuos.
Sin embargo, aquellos dos accidentes de hace ahora veinte años fueron un duro varapalo para el popular Quimicefa, ya de por sí penalizado, como todos los juguetes convencionales, por el auge de los videojuegos.
Hoy, en comparación con la década de los ochenta, su presencia en los zurrones de los Reyes Magos supone tan solo una anécdota.
Pero, quien conociese aquel juguete que despertó tantas vocaciones químicas no olvida las Navidades del Quimicefa... Cuando los niños jugaban, sin saberlo, a Breaking Bad.