La Universidad de Vigo captó en 2013 un 24 por ciento más de fondos para investigación que en 2012. Lo hizo gracias al esfuerzo de sus investigadores y de la propia institución, logrando financiación para sus proyectos científicos por valor de 31,6 millones de euros, una cifra que casi parece un milagro en plena época de recortes.
Hay razones para estar orgullosos de la UVigo, que el jueves celebró sus primeros 25 años de historia. Ha vivido en ellos muchos avatares, desde que Luis Espada Recarey, su primer rector, tomó el mando de una institución que, el día de su nacimiento, no tenía a su nombre ni un fax. El primer rector, que de un gran sentido del humor, cuenta las peripecias de aquel alumbramiento y parece una película de Berlanga.
En un cuarto de siglo, y en conjunto, la Universidad de Vigo ha funcionado bien, muy bien, tras sortear todos los obstáculos, desde carecer de profesorado propio, de campus dignos de tal nombre o de las mínimas infraestructuras. Resistió, en circunstancias difíciles, al bum del alumnado de principios de siglo, con 29.000 estudiantes matriculados en el curso 1999/2000, el récord absoluto de la institución. Hoy son un treinta por ciento menos.
Veinticinco años más tarde, parecen superados los grandes primeros problemas. Y hasta se ha ganado la batalla por la excelencia, bien situada en los ránking internacionales. En los de investigación, donde brillan en biomedicina, tecnologías de la información o la industria aeroespacial. Y en los académicos, pues los erasmus la consideran la tercera mejor universidad española donde estudiar.
Así que hay razones para celebrar un cumpleaños redondo. En los altos de Vigo, hay una institución que funciona. Y quienes forman parte de ella merecen la felicitación de todos.
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