Viaje a las islas de los carallos

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

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Un archipiélago del océano Índico y la isla de Agalega, en Mauricio, deben su nombre a un aventurero gallego

07 mar 2022 . Actualizado a las 21:09 h.

Tienen nombre de película de Jack Sparrow. Aunque encajar su significado pondría en un brete a los guionistas de Piratas del Caribe. Porque el archipiélago de Cargados Carajos tiene un topónimo difícil. Pero así bautizó estas islas el ourensano Xoán de Novoa, cuando las descubrió, en el año 1501. Situadas en el océano Índico, y hoy pertenecientes a la República de Mauricio, podrían ser el enclave más exótico del mundo con nombre gallego.

En esta clasificación compiten con otra isla, también perteneciente al grupo de las Mascareñas, y que lleva por nombre el propio de Galicia. Se trata de Agalega. Y también fue bautizada por Xoán de Novoa, a quien los portugueses, bajo cuya bandera participó en las Descobertas, apodaban Joâo Galego.

El archipiélago de Cargados Carajos está compuesto por 16 islas, situadas frente a Mauricio y Madagascar. Las habitan casi un ciento de nativos, cuyo gentilicio no queremos imaginar. Los ingleses, más finos que Xoán de Novoa, las llaman Rocas de San Brandón (Saint Brandon Rocks). Tienen cincuenta kilómetros de largo por tan solo cinco de ancho.

Agalega está integrada por dos islas, menos extensas que Cargados Carajos, pero más desarrolladas, ya que los ingleses fundaron en ellas varios asentamientos a comienzos del siglo XIX. Las usaban como puertos clandestinos del tráfico negrero. Como curiosidad, su capital se llama Vingt-Cinq Village, en honor a los 25 latigazos que recibían los esclavos rebeldes.

Hoy, los trescientos agalegos cuentan incluso con una pequeña pista de aterrizaje y las islas han sido abiertas al turismo. No es un destino popular, pero es posible contratar un viaje a Agalega con varios touroperadores. Además, esta isla, al igual que Cargados Carajos, es bien conocida por los marineros gallegos que faenan en la flota atunera del Índico.

El mérito de los nombres gallegos de estos lejanos enclaves corresponde a al ourensano Xoán de Novoa. Nacido en el castillo de Maceda en 1460, huyó de Galicia con la revuelta de los Irmandiños. Mientras el resto de su familia se asentaba en Pontevedra y Zamora, él optó por dirigirse a Portugal, donde se naturalizó y adaptó de tal forma que el rey luso Manuel I decidió nombrarlo Alcaide Menor de Lisboa.

Era su época la de las grandes Descobertas portuguesas. Antes de que Colón partiese hacia el Oeste y llegase a América, los lusos ya exploraban toda la costa africana, fundando asentamientos. Y llegaban a las islas de las Especias (hoy las Molucas) atravesando el océano Índico. Así que Xoán de Novoa decidió enrolarse en estas aventuras, capitaneando una flota.

A Novoa se le atribuye el descubrimiento de las islas de Ascensión y de Santa Elena, la misma en la que vivió sus últimos días Napoleón Bonaparte. En el Índico descubrió Agalega y Cargados Carajos.

En el último año Agalega ha cobrado actualidad. Porque India ha ofrecido a Mauricio colaborar en su administración. Porque, según afirma el periodista Juan Carlos Rey, en la revista de la Sociedad Geográfica Española, Agalega es «un lugar estratégico para asegurar, vigilar y controlar el tráfico marítimo, la piratería y cualquier amenaza que pudiera venir de esta parte del Océano Índico». Por lo que ya se piensa en instalar en estas islas una base que permita combatir a los piratas que acosan a pesqueros y mercantes en el Índico.

Una base permanente tal vez terminaría con el idílico paraíso que hoy son ambos archipiélagos. Que viven, fundamentalmente, de la exportación de copra. Y de los barcos que regularmente llegan desde Mauricio cargados de víveres.

Lo que sí han perdido es el sistema social que los franceses instauraron en la isla en el siglo XIX. Que incluía una curiosa forma de poliandria, en la que una mujer cohabitaba con varios hombres. Como los varones eran gran mayoría en Agalega, los matrimonios invitaban a un vecino a sumarse a la familia. El soltero seguía viviendo en su casa y la mujer se repartía entre ambas, pasando una semana en cada hogar. Que el sistema era netamente machista no hace falta ni mencionarlo.

Hoy, antes de que pueda instalarse en Agalega una base militar, el turismo es su mejor baza para prosperar. Arrecifes de coral, aguas color esmeralda, manglares y playas de ensueño componen la geografía de esta isla.

Es una opción para viajar casi sin salir de Galicia. Cierto que hay que volar hasta el Océano Índico. Pero las islas de los Cargados Carallos y Agalega tienen nombres dignos del fogar de Breogán. Porque así las bautizó, hace medio milenio un gallego de Maceda, Xoán de Novoa, descubridor.