Arte y vida interior

B.R. Sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

Alejandra Lepina, nieta del fundador de la primera tienda de decoración de Vigo, continúa la saga

08 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En 1939, Abel Lepina abría en el número 6 de la Plaza de la Constitución, la que según asegura su hijo, Pancho, fue la primera tienda de decoración de Vigo. El aquellos tiempos, recién acabada la guerra, era un concepto que obviamente no existía para casi nadie, solo para unos cuantos privilegiados. «En cuanto empezó a haber dinero en la ciudad, con los astilleros, la pesca o las fábricas de conserva, también empezó a haber preocupación por las casas, pero era una minoría, no nos engañemos».

Pancho, que ya está jubilado, recuerda, además, que fue su progenitor el que puso la placa de cerámica identificativa de la plaza, en un momento, durante la dictadura de Franco, en que la Constitución no estaba precisamente vigente. Setenta y tres años después de su

inauguración, la tienda ha cambiado de ubicación pero sigue dedicada básicamente a lo mismo, a la decoración del hogar, las telas y los regalos de calidad, aunque sin las antigüedades de las que antes también disponían. Pero Juan, otro de los hijos, cubre este hueco con su propio negocio.

El comercio se fue transformando según fueron pasando las generaciones, pero siempre ha sido una revolución tranquila. O más que una revolución, una evolución, como prefiere definirla. Hace 33 años que falleció el patriarca, pero su hijo ya se había introducido en el sector mucho antes. «Me fui a estudiar diseño a Inglaterra y después me incorporé a la tutela familiar». Y es que familiar es la palabra clave. Su madre también estuvo ligada al establecimiento, como cada

uno de los cinco hijos, en mayor o menor medida. «Todos partimos de la misma base, pero no todos acabamos dedicados profesionalmente entregados al gusto por estas changalladas», bromea. «Siempre fue un negocio puramente familiar aunque en tiempos hubiese muchos empleados», indica. De los hermanos, además de Abel y Juan, también Malena tiene su propia tienda, Aquatinta, especializada en grabados, en el Casco Vello.

Ahora, y desde hace ya más de tres lustros, el local se ha trasladado a otra calle, aunque sin

moverse del barrio antiguo. Y la que lleva el timón es Alejandra. La hija de Pancho, después de

haber estudiado arquitectura de interiores en la Escuela Central de Arquitectura de Madrid, «se

vino a aquí a hacer el MIR», explica el padre con gracia. Ella no ha trastocado la trayectoria de la saga, sino que ha remado en dirección al gusto contemporáneo. «Lo normal, vamos. Los negocios van evolucionando hacia la actualidad», reflexiona huyendo de la palabra moderno, que le gusta tan poco como la definición de vintage, «esa palabra estúpida que no se sabe muy bien qué significa, porque viene de los vinos y puede haber un gran vintage de dos años». Para Pancho, hay mucho cuento a su alrededor: «Hay cosas de los años 50 que son muy interesantes y otras que no lo son», resume.

El profesional, que es un amante del arte y tuvo una galería también en la misma plaza donde todo

empezó, no se cree mucho a los que aseguran aprender solos. «Eso del autodidacta es una mentira, un cuento malo y soberano», sentencia. En este momento el eje central de su actividad es la decoración y el diseño, pero también la dirección de reformas integrales de viviendas y locales comerciales. Para Pancho, viajar es uno de los aprendizajes fundamentales para alimentar el gusto, mucho más que las ferias del gremio. «Se aprende mucho más saliendo fuera y empapándote de lo que ves».

Abel Lepina abrió la tienda en la plaza de la Constitución y él mismo colocó la placa de cerámica de la vía pública.