Carta del tigre

VIGO

06 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Estimado señor Rolland. Soy el rey de las fieras de Vigozoo y mi nombre es ¡Grrr!, aunque mis cuidadores, con dudoso gusto, insisten en llamarme Simba, un nombre que, debido a las características fisonómicas de mi epiglotis, me resulta imposible pronunciar. Así que preferiría que usted y sus escasos lectores me llamasen a secas ¡Grrr!, que fue el nombre que me puso mi madre al nacer.

Le escribo esta misiva al objeto de denunciar unos gravísimos hechos de los que hemos tenido conocimiento en este parque zoológico. Por lo común, adoptamos aquí una actitud lánguida e indiferente, intentando así aburrir al distinguido público, con la esperanza de que algún día cierren las instalaciones y nos devuelvan a aquellas selvas, sabanas y junglas que recordamos con morriña o, como decimos nosotros, con «¡Grrr!».

Bajo esta pose de tedio y sopor, estamos en realidad atentos a todo cuanto nos rodea, en especial a los comentarios de los visitantes, de forma que no perdamos contacto con la vibrante actualidad. Leemos, además, los periódicos que nuestros cuidadores dejan en nuestras jaulas para que hagamos sobre ellos nuestras necesidades. Últimamente, por orden de la Alcaldía, el más usado para estos fines es La Voz de Galicia, lo cual confieso que nos resulta muy grato, ya que es el que tiene más que leer. Además, nos encanta la tira de Meixide, titulada Thom, por su respeto por los animales, aunque sean de granja.

Por estas fuentes informativas, supimos el miércoles que Vigozoo carece de licencia de actividad, aun cuando han pasado más de cuarenta años desde su inauguración. A ningún político de esta ciudad se le ocurrió nunca que, como instalaciones abiertas al público, este parque de fieras necesitaba una licencia, como la que se le exige a cualquier ciudadano para hacer una obra o abrir una cafetería.

En mi nombre, y en el de toda la comunidad de animales de Vigozoo, quiero expresar nuestra más enérgica repulsa por estos hechos, que denotan una nueva chapuza muy típica del ser humano en general, y del político vigués, en particular.

Además, me ha dicho un pajarito (la cacatúa, concretamente), que ni siquiera los terrenos de Vigozoo pertenecen al Concello, sino que fueron ocupados ilegalmente a los comuneros de Cabral. ¿Habrase visto tamaña desvergüenza?

¡No somos okupas, señor Rolland! Los animales de Vigozoo, ya que hemos de vivir en cautividad, pedimos cuando menos hacerlo con toda la legalidad, sin tener que soportar la incompetencia de la clase política local, cuya fama de chapuceros créame que ha llegado ya a las más remotas junglas del orbe.

Le ruego, por tanto, que transmita esta queja y que, de paso, traslade a la cantante Shakira el agradecimiento de toda mi especie por su magnífica balada: «Estoy loca por mi tigre, loca, loca, loca». Sin otro particular, se despide, suyo de usted, ¡Grrr!.