Padre e hijo continúan la saga iniciada por dos hermanos y deslumbrantes orfebres
28 feb 2011 . Actualizado a las 12:39 h.La historia del legado heredado por Eloy Hernández, padre, a su vez heredado por Eloy Hernández, hijo, empieza a principios de los años 20, cuando los hermanos Eloy y Osmundo, padre y tío del actual patriarca y vallisoletanos de nacimiento, llegaron a Vigo haciendo caso a la recomendación de un amigo y abrieron en 1924 su primer taller de orfebrería en la Porta do Sol, y se trasladaron al segundo en la calle del Príncipe en 1926.
Eloy y su hermano Julián, padre del músico Julián Hernández, ya nacieron en aquel piso. «Eran tiempos en los que se nacía en casa», apunta.
Los hijos tomaron el testigo de sus progenitores, aquellos jóvenes artistas que completaron su formación en Francia, volvieron de la Exposición Internacional de Filadelfia en 1927 con medalla de honor por un busto que hoy preside el local de la Gran Vía al que se trasladaron desde Príncipe en el 2007, mérito que el Ayuntamiento de Vigo premió nombrándoles Hijos Adoptivos de la ciudad. La edad y la salud obligaron a Julián, que estudió Bellas Artes y se encargaba de la parte artística, a dejarlo hace una década. Su hermano Eloy continúa trabajando codo a codo con su hijo y desempeña tareas administrativas y de atención al público, aunque sigue diseñando piezas de joyería como siempre hizo.
Sin embargo, el sucesor artístico es el hijo de Eloy, que hizo la carrera de Bellas Artes en Salamanca y siempre tuvo clara su vocación.
El esmalte opaco es la especialidad que se trabaja en el taller de los Hernández. «Mi abuelo y mi tío abuelo eran unos artistas que dominaban muchos campos -dibujo, escultura, orfebrería, esmaltado, pintura...- y técnicamente hacían cosas prodigiosas», reconoce.
Primo de Julián Hernández
Pero los Hernández mantienen una manera de entender su quehacer, que no ha cambiado con el paso del tiempo. «De aquí salen piezas únicas. Todo se hace a mano», cuentan. «El trabajo fundamental es exactamente igual al que hacían mis abuelos», asegura Eloy, hijo, que es primo del músico Julián Hernández, de Siniestro Total. Julián no heredó esta habilidad, pero la creatividad flota en el ambiente familiar. De hecho, su hermana, Eva, también estudió Bellas Artes y durante un tiempo estuvo aprendiendo las técnicas en el taller.
La colección
Afortunadamente, muchas de las piezas que firmaron los primeros Hernández están a buen recaudo. Por eso, cuando en el 2006 el Museo de Castrelos albergó una gran exposición sobre su trayectoria, fue muy fácil para la comisaria recabar casi todas las piezas, según recuerda el padre. «¡Nosotros somos nuestros mejores clientes: cuando nos gusta algo mucho nos lo quedamos, como hacían mi padre y su hermano!», reconoce entre risas el patriarca.
A los Hernández les une un mismo modo de entender su empresa. Hay una firma de la casa, una idea común. Confianza y colaboración son las dos palabras clave. «Si no hay entendimiento, esto no es posible», aseguran.
Por ahora no hay continuador de la saga. Eloy tiene un hijo de tres años, y todavía es prematuro saber si seguirá los pasos de sus ascendientes. Muchas de las piezas que facturan, cuadros, placas, broches, insignias, joyas, se realizan por encargo: El hecho de estar en un piso no limita su alcance, ya que los clientes les buscan a sabiendas de que lo que ellos ofrecen, es difícil encontrarlo en ninguna parte, y lo hacen en muchas ocasiones con los ojos cerrados, dejando en sus manos los pedidos, una confianza que ellos agradecen. «Es que somos más un taller que un comercio», explican sobre su cometido. Y así se puede ver mientras trabajan. Con ellos están en faena dos empleados que se empaparon de la esencia de Hernández Orfebres: Carmen Lijó, que tiene 65 años y entró a los 15 como aprendiz, y Fernando García, que lleva 40 de sus 70 años en la casa. «Aquí el más joven soy yo, ¡y llevo 20 años!», bromea Eloy, que además desarrolla otro mundo creativo paralelo en el que lleva a cabo otro tipo de proyectos como pintor.