Caza mayor del turista

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO/LA VOZ.

VIGO

14 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La temporada de caza en el centro de Vigo llega este fin de semana a su momento culminante. Los agentes de cuatro compañías navieras y los de media docena de marisquerías afilan ya sus armas para lanzarse sobre los abundantes turistas que se esperan en el entorno de las Avenidas.

Las variedades cinegéticas de este año son mayoritariamente turismo nacional, compuesto por ejemplares agrupados en familias. Como es tradición v14c6en sus puestos avanzados, caerán sobre las apetecidas piezas el violinista húngaro, el yonqui de la gaita y el señor que hace pompas de jabón gigantes. Si esta primera línea de fuego no logra ahuyentar a las primeras bandadas de turistas, la jornada se prevé espléndida para los cazadores de marisquerías, con sus cartas en la mano, que intentarán abatir el mayor número de piezas.

Finalmente, llegados los turistas más audaces hasta la estación marítima, es el momento de la caza mayor para los agentes de las cuatro navieras, que a gritos, primero, y arrastrándolos luego de las manos, y aun de los pelos, intentarán que compren en sus taquillas los billetes a Cangas o a las islas Cíes.

El espectáculo de estas cacerías resulta ciertamente asombroso, merced a su carácter libre. La Xunta de Galicia, que regula la pesca de la trucha o la caza de la perdiz, se inhibe al parecer sobre estas caóticas monterías, en las que la caza del turista es masiva e indiscriminada. La falta de vigilancia o regulación ha provocado incluso peleas entre los audaces cazadores de restaurantes y compañías, por ver quién había cobrado tal o cual pieza.

Como no se regula nada, las cacerías frente al Náutico han hecho crecerse a los muchos aficionados a este deporte. Al punto de que las compañías navieras acaban de sugerir que, en fechas como éstas, se incremente el cupo máximo de visitantes por día a las Cíes. Que, en lugar de los 2.000 regulados por Parques Nacionales, en agosto sean muchos más.

Esta demanda nos indica que están muy crecidos. Y de nada serviría recordarles que la Alhambra de Granada tiene un cupo máximo de visitantes por día, y que a nadie se le ocurre pedir que crezca. Y que la cueva de Altamira lleva años cerrada, porque aunque podría dar mucho más dinero, hay que conservarla. Tales argumentos en nada convencerían a las navieras ni a sus audaces escopeteros.

Sin embargo, ciertos grupos conservacionistas, con los que simpatizo, querrían que, si no se prohíbe esta caza del turista, cuando menos se regule. Que la Xunta y el Concello actúen. No por otra razón que constatar que hay una excesiva presión sobre la masa cinegética. Una sobreexplotación del recurso, digamos. Y, de seguir así, pudiera ser que un día bajen las capturas. O que el turista, por desgracia, se extinga.