La segunda guerra de la sardina

VIGO

El Gobierno de España regulaba a finales de abril de 1911 la pesca dentro de las rías, poniendo fin al conflicto surgido en torno a la técnica de la ardora

15 abr 2009 . Actualizado a las 12:26 h.

Las innovaciones tecnológicas en la industria pesquera de las Rías Baixas provocaron no pocos conflictos a lo largo de la historia. La introducción del cerco de jareta, empleado desde las nuevas traineras, a partir de 1896, suscitó violentas reacciones entre los marineros de las artes más tradicionales, como el xeito . Fue la primera guerra de la sardina, caracterizada por los abordajes entre marineros, que obligaron a la Armada a patrullar continuamente la ría viguesa con el objetivo de imponer la paz. Esta, llegó con la conversión de los marineros más tradicionales, una vez que los conserveros apostaron por las innovaciones.

La segunda guerra de la sardina se libró en las Rías Baixas entre 1909 y 1911, período en el que se produjo un notable descenso en el número de capturas. Aunque las causas son variadas, el conflicto se originó en torno a «la cuestión de la ardora». Las traineras pescaban de día con la red de jareta, empleando como cebo la raba de bacalao. Este cebo era importado de Noruega, y llegó a constituir un sabroso negocio para los comerciantes vigueses. Algún conservero-armador quiso ahorrarse este gasto y envió a sus embarcaciones a faenar de noche. La fosforescencia nocturna producida en las aguas por el movimiento de los bancos de sardinas facilitaba enormemente la pesca sin necesidad de lanzar cebo al mar. A esta técnica se le llamó pesca a la ardora. Muchas voces se alzaron contra este método de trabajo, aludiendo que se estaba produciendo una sobreexplotación. La coincidencia con el descenso en el número de capturas creó el conflicto, que fue nuevamente violento. La cuestión llegó a ser tan grave para la economía viguesa, entonces totalmente basada en la pesca de la sardina, que se creó una comisión para reclamar en Madrid la prohibición de la pesca nocturna. A finales de abril de 1911, la Gaceta publicaba un Real Decreto que regulaba la pesca dentro de las rías, y que ayudaría a pacificar el clima laboral en la ría de Vigo, aunque no prohibirá la pesca a la ardora. Las juntas de pesca sí fijarían las limitaciones de las mallas y el tamaño del aro de los cercos. Aquel decreto introdujo una serie de novedades en la vida marítima viguesa. Una de ellas fue la creación de un servicio de vigilancia, que estaría financiado por los conserveros y los exportadores de pescado. Esta policía del mar tuvo como uno de sus principales objetivos la persecución de los marineros que empleaban explosivos en sus labores.

Estación biológica

Pero no solo la represión y la regulación estaban presentes en el mencionado decreto. Una de las medidas más innovadoras que introducía el Gobierno era la constitución de una estación biológica marítima, dotada con todos los adelantos tecnológicos. Asimismo, los pósitos de Vigo, Vilagarcía y Pontevedra contaría con escuelas de pesca.

El decreto prohibía la extracción de algas vivas en el mar, aunque permitía su recogida de los arenales. Especialmente llamativa era la autorización de perseguir y matar a los arroaces dentro de la ría, así como la recompensa que se daba por parte del Gobierno para quien eliminase a estos cetáceos. Entonces, la pesca estaba incluida en el Ministerio de Marina, pero el decreto aumentaba el presupuesto destinado al fomento de la pesca. Curiosamente, al año siguiente se cerraba el período de crisis en el sector de la sardina.