Al Jolson canta para los vigueses

VIGO

El 14 de marzo de 1930, el ya desaparecido cine Tamberlick acogía la primera proyección en toda Galicia de una película sonora, «El cantor de jazz»

11 mar 2009 . Actualizado a las 11:55 h.

El crepúsculo de los dioses mudos se produjo en Vigo el 14 de marzo de 1930, a las siete y media de la tarde. A esa hora, el cine Tamberlick, perteneciente a la empresa de Isaac Fraga, proyectaba El loco cantor ( The jazz singer ), la primera película con diálogos sonoros que se podía ver en toda Galicia. Las peripecias de Al Jolson causaron aglomeraciones en la calle Eduardo Iglesias, y el empresario cinematográfico fletó tranvías especiales a Baiona para que la población más alejada de Vigo tuviera facilidades para acercarse a su cine. José Antonio Martín Curty, en su libro Cines de Vigo , explica como Isaac Fraga supo ver el futuro en su apuesta por el cine sonoro, y que viajó a Londres para obtener los medios técnicos necesarios para realizar aquel tipo de proyecciones. La película dirigida por Alan Crosland empleaba un sistema sonoro denominado «vitaphone», basado en la grabación del sonido sobre un disco. «Ya no podríamos ver sin fatiga una película muda», escribía un periodista tras ver la película. Sin embargo, el resto de los cines de la ciudad siguieron proyectando durante mucho tiempo las películas mudas, con sus grandes estrellas todavía ajenas al declive que les esperaba. Algunas salas, para contrarrestar, contrataba a pequeñas orquestas para interpretar en directo las partituras originales de las grandes producciones norteamericanas. Isaac Fraga repitió la experiencia en el Teatro Principal de Santiago de Compostela al mes siguiente, con un nuevo éxito de público. En junio, el cine sonoro llegaba a A Coruña y en octubre de ese mismo año era recibido en la ciudad de Pontevedra. Cambio de alcalde Al mismo tiempo que los vigueses eran sorprendidos por la llegada del sonido a una de las salas de la ciudad, el despacho de la alcaldía de la plaza de A Constitución se preparaba para recibir a su nuevo inquilino. Naturalmente, el relevo no se producía mediante elecciones democráticas sino por mandato del gobernador civil. J. L. Mondina iba a ser sustituido por Manuel Sanromán Ceballos, llamado a ser el último alcalde monárquico de la Restauración. La elección no fue muy vista por algunos sectores de la ciudad. Manuel Sanromán, calificado como antiguo maurista, distinguido upetista (perteneciente a la Unión Patriótica, partido fundado por Miguel Prima de Rivera) y ex concejal de la corporación destituida. La polémica que rodeaba esta elección nacía de la defensa que Sanromán hacía de Vigo como puerto único del sur de Galicia y como cabecera única del ferrocarril. A Barcelona en 32 horas Pero no era esta una preocupación única en aquellos días. La Sociedad de Estudios Económicos de Barcelona había realizado una propuesta a la Compañía de Ferrocarriles del Norte para que el viaje entre Galicia y Barcelona tuviese la misma duración en su ida que en su retorno: 32 horas. Curiosamente, la vuelta hacia Galicia llevaba más tiempo que la ida, debido al enlace que el expreso estaba obligado a realizar en Miranda. Los catalanes pedían a la sociedad gallega que presionase a la citada compañía para que el tren saliese de Barcelona una hora antes, tiempo suficiente para que la espera en Miranda no prolongase más el ya larguísimo viaje hasta Vigo y A Coruña. Mientras tanto en la comisión permanente municipal se aprobaba una moción que trataba de regular la política de abastos. La moción acogía medidas tan obvias como que el kilogramo de pan pesase mil gramos, o que el pescado se vendiese fresco. Se ve que no era tan obvio entonces.