Meterse en un jardín

VIGO

30 ene 2009 . Actualizado a las 11:51 h.

Hay que elogiar a la concejala de Jardines, Raquel Díaz, por una brillante idea. Tras la tala de un colosal cedro enfermo de los jardines de Eijo Garay, ha anunciado que buscará darle uso al tronco resultante. Así que estudia ordenar cortarlo en rodajas y distribuirlas por los colegios, contando en cada anillo la historia reciente de la ciudad.

La idea es bonita, barata y sencilla. Lo tiene todo. E incluso demuestra que no hace falta anunciar norias gigantescas, monolitos ciclópeos y jardines colgantes de Babilonia para amenizar la vida ciudadana y darle interés. ¡Un diez para la concejala!

Ahora bien, vamos a darle algún dato más a Raquel Díaz, porque se ha metido en un jadín si pretende, como dice, enseñar historia con el difunto cedro. Porque, si lo que la edil quiere es enseñar historia de la ciudad, debería pensar menos en el arbolito y más en los jardines. Y no en general, porque en general los tiene medianamente hermosos. Sino en ese en particular donde está ahora el tocón de marras.

Que esos jardines se sigan llamando de Eijo Garay es una violación de la Ley de Memoria Histórica. Al igual que el hecho de que tenga semejante nombre un colegio situado en la avenida de Castelao. El obispo Eijo, vigués, que un grupo de entusiastas pretende beatificar, fue un destacado jerarca al servicio del franquismo, caracterizado además por ayudar a escapar hacia América a diversos criminales de guerra nazis.

No se discute que fuese hombre de gran cultura, académico -por cierto- de la Lengua Galega, y bueno con los suyos y aun con algún otro, pues se conocen casos en los que intercedió por presos republicanos. Pero el Patriarca de las Indias Occidentales aparece en vasta documentación del Archivo Histórico del Ministerio de Exteriores pidiendo pasajes de barco para criminales nazis. Su defensa de los prófugos aparece también en actas desclasificadas de las sesiones secretas del Instituto Español de Moneda Extranjera.

Eijo Garay, que llevaba a Franco bajo palio, escribió: «Tengo una fe ciega en el acierto del Generalísimo Franco, hombre señalado por Dios para la Salvación de España». Dios, según Eijo, al parecer era franquista. Además, legitimaba el golpe: «La rebelión era para España un derecho, si quería salvarse y salvar su honra y su vida civilizada. La rebelión era un deber».

Mantener unos jardines y un colegio con el nombre «Eijo y Garay» es prevaricar. Es incumplir la Ley de Memoria Histórica. Cierto que la decisión molestará a sus familiares, como estarán que trinan los de Juan Canalejo, en A Coruña. Pero la ley está para cumplirse. Así que la idea del arbolito no es mala. Pero, en el Concello, los árboles no dejan ver el bosque, ni los jardines con nombre ilegal.