La aparición del paseo creó una sensación de rechazo de parte de la ciudadanía hacia la playa más grande del Concello
14 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Al mismo tiempo que el petrolero noruego Polycomander ardía en la boca norte de la ría, las máquinas municipales iniciaban la mutilación de la playa de Samil. Era mayo de 1970, la fecha que trazó la raya de separación entre el amor y la desafección de los vigueses hacia el arenal más grande del municipio.
Hasta entonces, Samil era una playa salvaje cuyas dunas ascendían hacia el interior de la parroquia de San Paio de Navia, entre una serie de chiringuitos que, con el paso del tiempo, dieron nombre a los diferentes tramos playeros. O Pincho do Gato, Playa Azul, Las Olas o el Balneario aún suenan en el recuerdo de muchos vigueses.
Samil fue el refugio elegido por los bañistas vigueses cuando el progreso les dejó sin las playas urbanas de O Areal, San Francisco, San Sebastián o Coia. Y no era fácil llegar allí. El tranvía y una complicada carretera la conectaban con Bouzas, ya que la avenida de Samil no se abrió hasta octubre de 1969.
Arquitecto madrileño
La mutilación, como calificaron al muro de Samil las voces críticas de la época, fue el último legado de Rafael Portanet, alcalde entre 1964 y 1970, quien encargó el proyecto de ordenación de Samil al arquitecto madrileño Emilio Garrido. El plan incluía la construcción de un paseo, dos aparcamientos, restaurantes, vestuarios y una zona ajardinada. Casi tal cual se encuentra hoy en día. «Con esto pretendemos acabar con la anarquía que reina en la zona de Samil, repleta de chabolas inmundas», decía el alcalde franquista en un pleno celebrado en enero de 1970.
Aquel plan comenzó a ejecutarse en mayo del mismo año, pero ya con Antonio Ramilo como regidor municipal. Al mismo tiempo, comenzó la contestación tanto por parte de los usuarios de la playa como de los propietarios de los establecimientos hosteleros de la zona. El 16 de octubre de 1970, un grupo de personas influyentes hacían público un manifiesto en el que llamaban a Vigo a la defensa de Samil. «Basta contemplar la mole de cemento...para calcular las consecuencias tan dañosas como irreparables», decían personajes tan influyentes como Valentín Paz-Andrade, los Álvarez Blázquez o Eduardo Blanco Amor. Este manifiesto animó a muchos vigueses anónimos a secundar la protesta que, como era de esperar entonces, no impidió que los trabajos siguiesen su lento desarrollo.
Chistes al respecto
Y es que las obras de ordenación de Samil se prolongaron durante dos años, sin que cesaran las críticas y las bromas. El periódico El Pueblo Gallego recogía, el 11 de junio de 1970, algunas de las ocurrencias que el muro generaba en la población. Ilustraba aquella información una viñeta en la que se veía a un marinero en su barco ante una playa amurallada, lo que provocaba su ingenuo comentario: «Creí que estaba en la ría de Vigo y resulta que estoy en la de Muros». «Venía nadando y me he pegado contra el muro», rezaba otro chiste.
La única concesión del alcalde Antonio Ramilo fue el retranqueo del muro en un metro hacia el interior. Nada que provocase el mínimo alivio en la legión de habituales de este hermoso paraje.
En enero de 1972, se hablaba en la prensa de paralización, e incluso se aludía a nuevas incoporaciones al proyecto, entre ellas la construcción de un acuario al que le atribuían un presupuesto de cuatro millones de pesetas.
El muro contaba con un presupuesto inicial de diez millones de pesetas, cantidad que pudo quedarse corta conforme pasaba el tiempo. En mayo de 1972, sin inauguración oficial, se estrenaba el paseo, pero las críticas continuaban, incluso por parte de quienes veían bien el cambio.
La pérdida de intimidad que originó el paseo provocó que muchos vigueses dieran la espalda a esta zona litoral para coronar al Vao y aledaños como sus arenales favoritos, aunque Samil sigue contando con cientos de usuarios.