Somos olívicos, recuerde. No se lo tome a mal. Otros son herculinos, lerezanos o picheleiros y no se quejan. El término olívico, como se habrá dado cuenta, procede del fruto del olivo. Sí, las mismas olivas que entretienen la degustación de una caña fresquita en cualquier terraza de la ciudad. ¿Y qué relación hay con Vigo?, se preguntará usted que aspira a ser vigués de siempre. Heráldica es la palabra que le aportará la respuesta.
Sí, el escudo oficial de la ciudad tiene un olivo dando sombra a un castillo. Siéntase feliz por este hecho. No es un árbol cualquiera. Es bello, útil y está cargado de simbología. Inmortalidad, paz, reconciliación, esperanza, fuerza, victoria o fertilidad son algunos de los atributos relacionados con esta especie.
El olivo llegó al escudo vigués procedente de la antigua iglesia de Santa María, concatedral ahora y colegiata en el pasado, aunque para el vigués de siempre será eternamente la colegiata. Dicen las crónicas que este árbol estuvo muy representado en todo el sur de Galicia en el pasado. Su asociación con el cristianismo -recordemos a Jesús entrando en Jerusalén con un ramo de olivo- provocó que las iglesias tuviesen un especimen en su entorno, y en muchas todavía se conserva. Daba buena sombra y era desramado por los fieles cada primer domingo de Semana Santa.
Aquel árbol sufrió el mismo síndrome que presentan las estatuas de la ciudad. Recuerde que aquí las estatuas se mueven. El viejo olivo fue arrancado cuando se construyó la actual iglesia de Santa María, allá por el primer tercio del siglo XIX. Un vigués amante de las tradiciones realizó un esqueje en su finca con una rama de aquel árbol. Al parecer la finca estaba donde hoy se sitúa la Porta do Sol. No fue la última peripecia del Olivo. Cuando se derribaron las murallas y desapareció la finca para abrirse una calle de conexión entre Policarpo Sanz y el Paseo de Alfonso, el árbol se vio obligado a hacer sus maletas.
Llegó entonces a su destino actual, en el Paseo de Alfonso. Y allí sigue. Sufriéndonos. Así que alégrese de tener un símbolo tan resistente y amable. Además, imagínese que en vez del olivo tuviésemos en el escudo una camelia, que también tiene gran predicamento en la zona. ¿Qué seríamos? ¿La ciudad camélica? O, de seguir Corina Porro más tiempo en la alcaldía, ¿seríamos palmeros?.