¡Ostras, Pedrín!

VIGO

23 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Las grandes navieras de cruceros de recreo han desmentido que tengan nada contra las ostras. Ni Peninsular y Oriental, ni Princess Cruises, ni Cunard desaconsejan a sus pasajeros tomarse una docena de bivalvos en A Pedra, tal y como se ha venido repitiendo desde hace años. Al parecer, en sus folletos de desembarco solo previenen a los cruceristas contra los alimentos «poco elaborados».

El mentís es una magnífica noticia. Cierto que las ostras, abiertas y con un chorro de limón, no son un manjar demasiado «elaborado», pero al menos no hay una campaña específica en su contra. Así que ya pueden descansar tranquilas nuestras abnegadas ostreras, a la espera de esa medalla al mérito en el trabajo, que sin duda se merecen al menos tanto como Lola Flores.

Pero el desmentido de las navieras es una buena ocasión para abrir otro debate, desde luego inédito: el de A Pedra misma. Llevamos años en Vigo asistiendo a campañas diversas sobre este emblema turístico local. Mayores controles sanitarios, mejora de los puestos, marquesina para los días de lluvia, remodelación completa del lugar y hasta consejos a los cruceristas han sido tema de noticia y, también, de confrontación política.

Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido cuestionar lo más importante relacionado con las ostreras de A Pedra: ¿deberían estar ahí?

¿Es un callejón estrecho y mal ventilado el mejor lugar para atraer al turismo? ¿No tenemos en Vigo mejor acomodo para servir ostras que la trasera de una mole de hormigón como el hotel Bahía? ¿Estamos realmente locos en esta ciudad?

Vigo tiene la ría más hermosa del mundo, pero se lleva a los turistas a una trasera donde no se ve el mar ni por asomo. Cuando, con solo desplazar unos metros los puestos de las ostreras, el visitante disfrutaría de la brisa marina y de la estampa del mar. Entre la calle Pescadería y un callejón del Bronx, para mí hay muy poca diferencia.

Hay quien apelará a la tradición como fuerza mayor para que todo continúe igual. Pero ya decían los romanos -que sabían latín- que «traditio sine veritate, summa corruptio est». Y, además, ¿desde cuándo está emplazada la «calle de las ostras» en este lugar? ¿Hace de verdad tanto tiempo como para no pensar ahora en una ubicación más adecuada? ¿Tiene de verdad que estar un gran emblema turístico en un callejón así situado a solo dos pasos del mar? Supongo que estas dudas serán consideradas «alta traición» o un «sacrilegio». Pero las cosas no están bien solo porque se lleven haciendo así algún tiempo. Y, en mi ignorancia, francamente, la calle de las ostras está en un lugar totalmente inadecuado. Aunque, eso sí, sintomático de cómo es nuestra ciudad.