Ningún concejal da ejemplo

| DIEGO PÉREZ |

VIGO

CONTRAPUNTO

16 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

AL FINAL del documental Fahrenheit 9/11 (todavía en las carteleras de Vigo), su director Michael Moore inicia una corrosiva campaña animando a los congresistas de Estados Unidos a alistar a sus hijos en las fuerzas armadas. No lo hace porque crea en la guerra, ya que su película es un alegato contra la política de Bush, sino para destapar la hipocresía reinante en su país. ¿Cómo es posible que sólo uno de los más de trescientos representantes del pueblo tenga a uno de sus vástagos en el frente?, se pregunta. Habrá quien llame a esto demagogia. Sin embargo, pocos disparos ideológicos tan certeros habrán recibido los halcones invasores de Irak. Salvando todas las distancias, que afortunadamente en este caso son muchas, no estaría mal practicar de vez en cuando este tipo de chequeos a nuestros políticos. ¿Se imaginan comprometer a los ministros y altos próceres que llevan años vendiendo las excelencias de su gestión para que confíen obligatoriamente a los miembros de sus familias a las escuelas y a los hospitales públicos? Algo de eso se podría practicar también en Vigo. Por ejemplo, a todos los que llevan más de ocho años hablando de las mejoras del Casco Vello habría que censarlos obligatoriamente en la Ferrería o hacerles dormir encima de uno de los pubs de la calle Real. Comparar lo hecho con fondos europeos en los barrios históricos de Pontevedra, Santiago, Lugo, Ourense y A Coruña con lo practicado en Vigo en los últimos años es motivo suficiente para taparle la boca de por vida a no pocos concejales y ex concejales de esta ciudad. El día que los munícipes se compren un piso en Poboadores o se tomen unas copas más allá de la plaza de la Constitución o abran un negocio en los soportales del Berbés o matriculen a sus hijos en el colegio Picacho o paseen por la calle Placer o discutan con un grafitero a medianoche, ese día podrá decirse que sienten lo que dicen. Y que aman su ciudad.