Crónica | La relación del sonero cubano con Vigo El artista tocó en repetidas ocasiones en el salsódromo vigués antes de que su talla como músico fuera reconocida internacionalmente en su madurez
15 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.En 1990 se abría en la calle Taboada Leal de Vigo El Malecón, un local con nombre, sabor y espíritu cubano que los hermanos Javier y Gonzalo Villar Sanjurjo lograron poner en la órbita internacional de la música caribeña. Allí, en los dos primeros años de la historia de El Malecón, que acabó en 1999, tocó en varias ocasiones Compay Segundo. El artista cubano que fue despedido ayer en su país con todos los honores, vivió una segunda etapa de gloria cuando fue redescubierto en España, y Vigo fue una de las puertas de entrada hacia ese triunfo internacional que le recuperó para el mundo. «Creo que la primera vez que lo trajimos tenía entonces 87 años y entre el público no había ni treinta personas. No le conocía nadie aquí», recuerda Javier, que fue el que más cerca estuvo del músico del que, ante todo, destaca «su alegría, su sencillez y su talento». Profesionalmente, Villar asegura que Compay «era como Santana. No era su voz la que le hacía especial, sino su forma de tocar el instrumento. Tenía un don, y era muy disciplinado, muy ordenado. No se le pasaba nada en el escenario. Estaba pendiente de todos. Además, era el más culto y refinado de todos los soneros». Javier acompañó a Compay cuando tocó en O Porriño en el 99, y también en la presentación del disco antológico que grabó en Madrid. Compay estuvo también en Castrelos como invitado de Carlos Núñez, y en el Festival Latino Para Vigo Me Voy en julio del año 2000. En la presentación en el Concello, cantó, flirteó con la concejala, fumó y después se dio un festival gastronómico que dejaría tirado a cualquier chaval de su edad, y más joven. «Supo disfrutar esta alegría final, porque también lo pasó muy mal. Él ya había triunfado en sus tiempos, pero estaba tocando en un hotel para turistas en La Habana cuando se volvieron a acordar de él», relata Villar.