Treinta años del día que nació el Superdépor

Iván Antelo A CORUÑA

TORRE DE MARATHÓN

XULIO VILLARINO

El lunes se cumplen tres decenios de la épica remontada por 3-2 al Madrid que abrió la etapa más brillante del club, un partido que recrean sus protagonistas: «Aquel día empezamos a creer»

01 oct 2022 . Actualizado a las 20:47 h.

Hubo una vez un equipo humilde, de un pequeño rincón de España y que venía de casi dos decenios en Segunda y de salvarse en una agónica promoción, que de repente empezó a codearse con los gigantes y a discutirles los títulos. Un día, un 3 de octubre de 1992, ese elenco, liderado por un sabio veterano entrenador llamado Arsenio Iglesias, ganó al Real Madrid, con una espectacular remontada comandada por un pequeño astro brasileño, Bebeto. Desde entonces, se le conoció como Superdépor.

El lunes se cumplen 30 años del comienzo de la historia más bonita que jamás se ha contado en el fútbol español. Y posiblemente mundial. La de un club de una ciudad pequeña (231.821 habitantes, según el censo de 1991) y un equipo sin instalaciones ni músculo económico que respaldara un equipo ganador. «Desde ese día nos empezaron a conocer como Superdépor. La gente aún no era muy creyente. Sobre todo, dentro nos hizo mucho más fuertes. El vestuario se creyó lo que podía ser este equipo y luego lo fue confirmando partido a partido. Desde ese día fue cuando se empezó a creer que se podían hacer cosas importantes y que se podía ganar a cualquiera. Ya no iba de víctima. Fue un Dépor que, a partir de ahí, siempre salió a ganar, sin olvidar lo que siempre repetía Arsenio: ‘Hay que partir de una posición de humildad de club, porque venimos de estar a punto de descender'», explica Carlos Ballesta, la mano derecha del Zorro de Arteixo.

Líder tras cuatro partidos

Aquel Deportivo llegaba a la quinta jornada como sorprendente líder, pero enfrente tenía a un Madrid que presumía de grandes estrellas. Fernando Hierro, al recoger un pase en profundidad, e Iván Zamorano, con un cabezazo en el segundo palo tras centro de Soler, ponían el 0-2 en el minuto 25. «El año anterior, nos habían venido también de forma consecutiva a Riazor el Real Madrid y el Barcelona y nos ganaran 0-3 y 0-4. Y esa temporada volvía a repetirse. Recuerdo que nada más llegar a A Coruña [1991], en el Teresa Herrera, había tantas banderas del Deportivo como del Real Madrid. Ese día de la remontada empezó a cambiar la historia y en aquel partido ya era más notable el apoyo de nuestra afición que la de ellos. Ya era un campo absolutamente local. Riazor se fue convirtiendo en sentimiento deportivista puro y duro y el seguimiento al Madrid fue quedando a un lado», rememora Paco Liaño.

 

Arsenio había salido a aquel encuentro con Liaño; Rekarte, Albistegui, Djukic, Ribera, Nando; Mariano, Mauro Silva, Fran; Claudio y Bebeto. Pero el plan de partido no estaba saliendo como quería. Además de los dos goles blancos, Liaño había salvado otro en una falta directa de Hierro. «En el Superdépor no hacíamos muchos cambios porque era muy difícil suplir a alguien del once. El equipo funcionaba muy bien como colectivo y luego individualmente el rendimiento era muy alto. Y Arsenio no hacía los cambios por contentar o quedar bien. Solo movía algo si creía que podía mejorar al equipo», explica Ballesta.

«Habíamos empezado muy bien y se había creado una euforia muy grande. Se pusieron 0-2 y quién iba decir que el equipo iba a reaccionar como lo hizo. No perdimos en ningún momento los papeles, nunca nos dimos por vencidos y el partido lo levantamos con la ayuda de la afición», comenta Nando.

Factor Aldana

Pero ese día, el de la remontada al Madrid, Arsenio se había guardado algo en el banquillo. «Yo me había lesionado en el último partido de la pretemporada, en el Trofeo Juan Acuña, contra el Flamengo, el primer gran equipo de Bebeto. Aquel día se me cayó un jugador encima y me fastidió el ligamento lateral. El esguince de rodilla me duró tres semanas y media y debuté en San Sebastián los últimos 13 minutos. Salí con 0-1 y metí el segundo. Recuerdo que Mauro y Bebeto, pero sobre todo Bebeto, que era muy contundente, me decía: ‘¡Tú tienes que jugar, tú tienes que jugar!'. Y yo: ‘¡Espérate, a ver cómo va mi rodilla!'. Tenían muchas ansias de que empezara a jugar con ellos, pero Arsenio era un hombre prudente y sacó ante el Madrid al equipo que venía de ganar los cuatro primeros partidos», puntualiza Aldana.

«Adolfo era un jugador importante para Arsenio y para el Deportivo. Por eso no hubo duda ninguna en cambiarlo y meterlo ya a la media hora. Era fácil hacerlo porque era un jugador de mucha calidad. Lo que pasa es que Arsenio pensó que no debía jugar de inicio por todo lo que venía de atrás [la lesión en la rodilla]. Que acabara entrando al partido estaba dentro de la lógica y con 0-2 perdiendo era aún más propicio, porque así metíamos más gente en el centro del campo», analiza Ballesta.

CESAR QUIAN

«El partido se complicó rápido y se les puso pronto de cara. Salí a los treinta minutos [en el 33] por Mariano, que era el que estaba jugando, y al final ganamos 3-2. Era impensable que todo un Madrid se te adelantara con dos goles y tú acabaras ganando. Ahí fue donde nació la confianza en el equipo. Es verdad que se había ganado al Celta y al Osasuna, y al Sevilla a domicilio... Pero ya a un Real Madrid, que el año anterior te había metido 0-3...», explica Aldana.

La remontada

«Al poco de salir [minuto 35] recuerdo que cayó un balón en el mediocampo. Levanté la pierna y me llevé el balón, se la doy a Bebeto, yo le acompaño esperando que la pasara, pero él definió muy bien. El segundo fue un error de mi querido amigo el central Nando, que luego fue compañero mío en el Espanyol. No se entiende con Jaro y Bebeto se aprovecha de ello. Le hace un autopase al portero, y mete el 2-2. Y el tercero fue un centro desde la derecha de Bebeto, que yo estaba para rematar en fuera de juego, pero se la metió Ricardo Rocha en propia meta», relata Aldana, decisivo con su entrada contra un equipo muy especial para él: «Yo venía de nueve años en la casa blanca, cinco con el primer equipo, y tenía muchas ganas de ganarle al Real Madrid, tengo que reconocerlo».

Fue también el espaldarazo definitivo de Bebeto en el fútbol español. Su primer doblete y su carta de presentación. «Aunque tenía menor talla, era un portento físico. Había que verlo en los entrenamientos. Y en aquella época muchos de los partidos que jugábamos, hoy en día se suspenderían. Lo veías manejarse en situaciones de barro y era un espectáculo su capacidad de definición. Yo nunca había visto a una persona con esa capacidad goleadora. Y yo era de los que sufría sus ansias realizadoras en los entrenamientos. Todos los días se quedaba al acabar a tirar faltas y penaltis, que luego nos dieron tantos puntos», desvela Liaño.

También fue el inicio de un calvario del Madrid. «El Deportivo siempre le guardaba demasiado respeto. Aquel partido fue un punto de inflexión, tanto en la trayectoria del Dépor, como en sus enfrentamientos particulares contra el Madrid, que desde ese día tardó 18 temporadas en volver a ganar en A Coruña», destaca Ballesta.

Cinco triunfos seguidos

El Deportivo había comenzado la Liga ganando el derbi contra el Celta en Riazor (2-0), con tanto y expulsión de Claudio y el bautismo de Bebeto, desde los once metros. Luego ganó al Sevilla (1-3), otra vez con los mismos goleadores y Fran; y después triunfo ajustado ante el Osasuna (2-1), con dianas de Nando y Bebeto. En la cuarta jornada, nueva victoria en San Sebastián (0-2), ante la Real, con Claudio y Aldana como realizadores, como antesala de la del Madrid (3-2). «Nadie pensaba que ese año se iba a dar el salto cualitativo tan grande que se dio. Veníamos de una temporada en la que nos habíamos salvado en la promoción y todo el alivio por empezar ganando partidos se acabó convirtiendo en la sensación de que todo era posible. Pero nadie se imaginaba que un equipo que vivía su segunda temporada en Primera podía pelear en los puestos de arriba. Y a ello contribuyó ese inicio, en especial la remontada al Madrid de la que hablamos, que nos dio la sensación de poder pelear con todo el mundo», apunta Liaño.

«Nosotros hicimos la pretemporada en Vilalba. Y el primer partido fue contra el Lugo, que acababa de ascender a Segunda. Aquel día les metimos 6-0 y pudieron ser más. Ahí yo me di cuenta de que teníamos un equipo muy fuerte. Y luego en el Teresa Herrera jugamos la final contra el Barça, debimos ganarles, les jugamos de tú a tú, pero acabamos perdiendo 0-1. El equipo daba indicios de ser un gran bloque. Muy sólidos en defensa, un portero con confianza, un centro del campo espectacular, y dos delanteros increíbles como Bebeto y Claudio. Tanto como para quedar campeones de invierno y optar a ganar la Liga, era atrevido pensarlo. Pero yo ya veía que el equipo era muy bueno», apostilla Aldana.

Y eso que las condiciones no eran las mejores. El equipo se codeaba con los grandes, en unas condiciones muy precarias de trabajo. «Recuerdo que en aquella época nos pasamos casi un año sin poder pisar Riazor para entrenar, ni tampoco casi ningún campo de hierba natural, porque empezó a llover en septiembre y no escampó hasta febrero. Entrenábamos en A Torre, que era un patatal, y alguna vez íbamos a Betanzos, hasta que dejamos de ir porque les estropeábamos el campo...», lamenta Liaño.

«El equipo había pasado muchos apuros para mantener la categoría el año anterior, teniendo que jugar un play off contra el Betis. Se hicieron incorporaciones de jugadores que veníamos rebotados de clubes importantes como Aldana o mío, que venía de un Valencia que había estado muchos años entre los mejores de la liga española. Y luego los fichajes de Mauro Silva y Bebeto, desconocidos en Europa y que no se sabía qué podían dar de sí. Y la verdad es que me encontré con un grupo muy unido, con un técnico [Arsenio] que hacía más de padre que de entrenador, pero que supo llevarlas riendas a pesar de haber gente con mucho poder en un vestuario», destaca Nando.

Hasta la jornada 23, el Deportivo de aquel curso 1992-93 solo perdió dos partidos (en Tenerife, tras quedarse con nueve en el minuto 23 por las expulsiones de Bebeto —provocado por Redondo— y Djukic, y en el Calderón). Solo en el tramo final cedió ante la pujanza del Madrid y del Barça, a la postre campeón. «A partir de esa temporada, a cualquier sitio que ibas, sentías el cariño de la gente. También de la rival, que eran de su equipo y luego del Deportivo. Empezamos ahí a ser muy queridos, incluso en Europa», reconoce Nando.

La temporada siguiente fue la liga perdida por el penalti fallado por Djukic ante el Valencia y en 1995 se levantó la Copa del Rey, disputada en dos días por la tormenta de agua. Pero todo comenzó aquel 3 de octubre en el que A Coruña y el Dépor empezaron a ser súper.