«En estas situaciones tienes que asumirlo, tranquilizarte, y lo más importante es tener claro a dónde tirar», resumió el autor del disparo, restando importancia a su ejecución perfecta. Un chut violento, escorado, a la altura necesaria para superar la estirada de Reina, quien acertó el lado al que lanzarse.
Desenlace perfecto en el estertor del duelo para una racha de más de cuatro meses sin ganar en casa. «Se vienen muchas cosas a la cabeza, liberas mucha tensión después de tanto tiempo de situaciones complicadas donde todos sufren. Ahora sientes felicidad», sonrió por fin Carlos Fernández. Último eslabón de ese relato breve de dos minutos de partido, desarrollado en veinte metros de carrera, y once más de suspense; los que separaban el último balón de esta historia de las opciones de seguir soñando.