Mauro Silva, una década de amor a distancia

TORRE DE MARATHÓN

Diez años después, el futbolista brasileño regresa a A Coruña y sigue desatando las mismas pasiones

13 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Mauro Silva. Y los padres se arremolinan a su alrededor. También los niños, claro. Mauro es para todos los públicos. Pero en el campus que lleva su nombre y que impulsa Roberto Taibo en el INEF de Bastiagueiro había ganas, y ese es un sentimiento que no se detiene en pormenores generacionales. Ni en el propio balón. «El fútbol acabó para mí cuando me retiré. Aquí no hay partido. Y estáis todos. Esto es distinto. Yo diría que casi más que un título. Estoy emocionado», espeta el ex internacional brasileño del Deportivo. Hacía diez años que no visitaba A Coruña.

Y, sin embargo, parece que fue ayer. Las colas de los pacientes pequeños en busca de un autógrafo del ídolo paterno eran interminables. «Vaya firma más rara que tiene...», reflexionaba uno. «Es que es brasileña», le explican.

La clausura del campus Mauro Silva, esta vez, fue un episodio más de la historia del Deportivo, resumida en un vídeo lanzado a la entrada del campeón del mundo (que acudió de traje y corbata) en el salón de actos del INEF. El rock de Gandy dio continuidad al «Maaauro Silva, poroporopo» e introdujo un resumen de su vida blanquiazul, con recuerdos para la afición y el palmarés, subtitulado con axiomas como «Juntos fuisteis héroes» y «Caballero dentro del campo», y finalizado con la imagen de un Mauro Silva a hombros del deportivismo el día de su retirada con una camiseta que rezaba «Os quiero amigos» y un epílogo demoledor: «Fue difícil para todos».

Los niños tomaron el testigo ante el aviso del ídolo, que se define como un coruñés más: «Tengo que contener las lágrimas». Fue entonces cuando desveló que el Superdépor podría ganarle al Barcelona de la MSN, que el centenariazo y la Liga fueron dos de los días más felices de su vida, que compensaron el del penalti de Djukic y la semifinal de Champions contra el Oporto, que el sistema en el que mejor encajó fue el 4-2-3-1 con Sergio a su vera, y que sus mejores amigos fueron Luque y Donato.

Y, como por arte de magia, surgió el hispanobrasileño y se fundieron en un largo y emotivo abrazo. «Dentro y fuera fuiste de los mejores. Estar a tu lado es una alegría», le dijo el hombre que marcó el primer gol que dio la Liga al Dépor.

Llegó (impacientes estaban, tanto o más que los peques) el turno de los padres. Y del penalti de Djukic. «Bebeto había fallado esa temporada y se decidió que el orden era Donato primero, y después Djukic. Donato no estaba. Bebeto es un gran jugador y Djukic asumió la responsabilidad», explicó Mauro. La remontada al Milan, otro gran éxito para el recuerdo: «Queríamos ganar por orgullo. Salimos a ganar, y cuando nos dimos cuenta íbamos 2-0». «Conseguimos victorias inexplicables gracias a la afición», concluyó. «Y no me fui del Dépor porque la relación que tengo con la ciudad es muy fuerte y no podía cambiar todo esto por dinero», zanjó.